Mecanismo democrático: lanzar un pastel en la cara

¿Fue Ricardo Lagos un gran presidente? Me ha parecido sorprendente que para un extenso grupo de sus pasados detractores esa respuesta sea hoy afirmativa. Digo hoy ya que hubo oscuros días en donde el ahora venerado debió persistir frente al recordatorio diario de que su periodo no finalizaría. Creo importante esta introducción en el marco del título: mecanismo democrático. No logré encontrar el mínimo de aprobación de Lagos, pero sí los de Bachelet y Piñera, ambos expresidentes. Cadem lo hace simple comparándolo en su gráfico Histórico de Aprobación Presidencial: 18% y 9% respectivamente. Hoy estaríamos en 27% si le creemos a ese estudio. A diferencia de esos mínimos, hoy no enfrentamos un caso de corrupción multipartido y multiindustria afectando a la familia presidencial ni tampoco las calles incendiadas día tras día con cada intersección cortada en Ruta 5, incluyendo la nuestra. Tampoco el presidente ha declarado la guerra, como en ese octubre.

Cuando llegábamos a ese 18% varios pedían la dimisión. No pasó. Luego en el 9% esas voces se comprometieron con mantener hasta el final esa frágil jefatura. Lo lograron. Bien: tenemos un estándar. Escribo esto a horas de la dimisión de una primera ministra a los 45 días y sin mayor problemática institucional. En nuestro caso se nos refirió que, aún existiendo el método, eso era inimaginable. Pareciera que en aquel momento la decisión fue no dejar caer, al costo que fuera. Quiero sinceramente creer que se basaba en una profunda convicción democrática: lo elegimos y debe terminar su periodo.

¿Podemos lanzarle un pastel en la cara al presidente? Claro que podemos. ¿Por qué no lo hacemos? Porque entendemos que como sociedad nos damos mecanismos democráticos que implican aceptar a quienes ganan las elecciones. El gustito del pastel en la cara y los 3 segundos de risa son jugadas cortas que atentan precisamente contra aquel entorno de reglas –algunas no escritas– que decimos respetar para poder convivir.
Cumsille no es un novato, Pérez tampoco. Uno de mis motivos para votar apruebo fue puramente económico: este esquema –frutas, piedras, palos y rentas– no nos permitirá seguir creciendo ni llegar al esquivo desarrollo. Pero, además, porque para comerciar, transportar y reactivar la economía necesitamos paz y la paz, al igual que la democracia, lamentablemente no son baratas.
¿Cuan profundo es nuestro compromiso con la paz y democracia?. Está por verse cada día.
¿Fue Ricardo Lagos un gran presidente? Parece ser que, a ojos de hoy, sí lo fue.

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