Buses detenidos en Curicó

La presentación del bus eléctrico, con las máximas autoridades regionales en la plaza de Curicó, reabrió varias preguntas pendientes. La primera y evidente es acerca de si nos importa potenciar el transporte público en la ciudad. No es obvia la respuesta, más allá del bus lleno. A pesar de la persistente evidencia empírica del impacto positivo de sistemas de transporte público bien diseñados, no está claro que este sea un interés desde los tomadores de decisión locales. Es bastante claro –por los niveles de gasto público– que el interés principal es potenciar el uso del automóvil, no necesariamente el del transporte público. Los niveles de congestión de magnitudes bíblicas como la que volveremos a ver en marzo, hablan de aquel sinsentido, donde pretendemos que la comunidad elija un transporte común que no tenga ni mejores tiempos de llegada ni mejor servicio, entonces, ¿cuál sería esta vez la diferencia para el pasajero? ¿El cambio de motor por uno eléctrico? Pudimos diseñar una red de vías segregadas —factible y ofertado al viento en Concejo Municipal por Seremi de Transportes— pero como el urbanismo suele ser monopolio de la capital, podremos tomarnos otra década para pensarlo, como en aquel Plan de Ciclorutas.Los buses –eléctricos o no– tienen ese potencial de eliminar decenas de automóviles del flujo diario, contribuyendo positivamente a la vida de la ciudad. De igual modo, a la inversa, el carreteo eterno por encontrar el último potencial pasajero o de plano los bloqueos de pistas como los de O’Higgins desde Freire, exponen también el nefasto potencial de un descampado sin reglas ni sanciones. A diferencia de la ensoñación de Restricción Vehicular, como política pública, en el caso del transporte colectivo sí logran salir del flujo vehicular quienes optan por el bus, tranvía o Metro, aún cuando estas dos últimas opciones ni se asomen en el tan vasto maletín de alternativas de transporte regional.

La pregunta complementaria desde el lado de la demanda también tiene sentido: ¿queremos que la gente use ese transporte público?. Parece ser la misma pregunta, pero no lo es ya que podemos potenciar una red sin pensar en los diversos intereses de movilidad. Eso requiere de un trabajo intenso y no trivial. Si el asunto es usar buses eléctricos por el capricho de usarlos, podemos empezar en plazo de días, ajustando los contratos actuales que ya tiene el municipio con sus proveedores de transporte. Entendiendo que no es el interés de fondo, hay diversos modelos de funcionamiento, como los ya usados en La Reina, Santiago, Las Condes, Molina o Vichuquén. Algunos incluso gratuitos, con accesibilidad universal y si, eléctricos también. Estos modelos no son novedosos y llevan años en algunos casos, varios más que el modelo que parecía único y singular a copiar: Talca. Sabiendo esto, emerge otra pregunta: ¿ha sido falta de presupuesto, de voluntad o de creatividad lo que detiene su implementación? No será este el momento de evaluar por qué no está activo hoy. Curicó enfrenta una crisis de crecimiento, en donde la crisis de transporte y tránsito son sólo un par de las varias expresiones. Así las cosas, antes de cambiar de tipo de motor, debemos partir por cambiar el software de quienes toman las decisiones, el que suele tener sólo una opción predilecta si de movilidad se trata: el auto.

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