Nosotros, la gente: es un tema político

“We the people”. Así comienza una de las obras referentes de la política mundial. En este caso, me referiré a “Nosotros, la gente”, en el espacio de lo público, de la polis, preocupada por la polis o mejor dicho, de esa agrópolis llamada Curicó.

Con el cuestionamiento abierto a causa de los viajes, una de las reacciones obvias es la de invalidar al acusador (falacia ad hominem que le llamaban antes). De todas las posibles, decir que este es un tema político tiene toda cabida, aunque intente ser mostrado como causa de destierro. En efecto, “nosotros, la gente” podemos también ser parte de lo público, de la construcción de la agrópolis, más aún, cuando lo central es preocuparse de su presente y futuro.

Me conmueve poder ver el interés que este tema ha logrado en redes sociales, eso que conocíamos como una disforme “opinión pública” ahora toma nombre y apellido, logrando incluso que la propia autoridad intente encauzarla a través de conferencias de prensa y estrategias de última hora para lograr una salida digna desde el fondo. La forma más simple y tradicional de hacer política, es pidiendo el voto cada cuatro años y descansar los otros tres. Mejor aún, teniendo sesiones una vez al mes, evitando en lo posible que la tabla sea difundida o, todavía mejor, en citación extraordinaria. Como vemos, no será fácil salir de esa inercia.

¿Qué pasaría si la ciudadanía no abre esta conversación? Efectivamente, el espacio abierto en lo público y que antes se suponía sólo podría usarse por “los políticos” en Curicó, hoy pasó a ser parte de quienes aspiran a estándares distintos, a veces sin siquiera ser parte de un partido para participar y tener logros. La ciudad es de todos, nos importa a todos y tiene sentido, ya que su futuro se une con el nuestro y nadie en su sano juicio desearía un futuro aciago.

Los silentes políticos “profesionales”
Y si el espacio de lo público, fue dejado por los “profesionales”, esos que bajo la idea de algunos concejales serían los únicos que pueden arrogarse la “política” como suya, aparecen las demás preguntas. Cabe una sutileza: los ciudadanos tenemos el interés de participar, en cambio, “los profesionales” de la política tienen incluso la obligación legal de hacerlo. Cuando hablamos de fiscalización, además de la propia ciudadanía, debe aparecernos en mente a quienes pagamos por mantenerse atentos: concejales, diputados y contraloría. Entendiendo que los concejales son parte comprometida y que Contraloría podría aprobar hasta un viaje a la luna mientras la documentación calce, nos quedan nuestros honorables representantes: los diputados.

Con la interposición en tribunales del pedido de búsqueda de verdad, se tensiona la balanza que sólo tiene dos platillos. Si uno de los platillos llega a señalar que efectivamente aquí hubo un delito, ¿qué pensaremos de quienes debiesen fiscalizar, o mejor dicho, deberían haber fiscalizado?, ¿será cuestionable la cercanía entre concejales y diputados, lo que “podría” constituirse en un conflicto de interés, con resultado de delito?, ¿tendrán palabra de esto los Honorables Senadores del Maule o sólo volverán de Valparaíso cuando la sed de statu-quo se aquiete?

No permita la virgen que mira nuestro proceder desde el cerro, que estemos aquí frente a un delito. Menos aún cuando la ciudadanía mira expectante al resultado. Por el contrario, tal como ese cerro, abierto y público, ojalá que la esfera de lo público siga llenándose por quienes esperan una ciudad mejor, con màs paciencia que arrogancia, por “nosotros, la gente”, haciendo política allí donde otros dejaron de hacerla.

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