La pintura que no cayó del cielo

Quizá fue la magia de ver los renovados cruces. O la súbita aparición en las vías lo que muestra al pintado de calles casi como un milagro.Todos lo valoran, porque también entrega un valor estético, una cierta dignidad a esas vías ajadas. Pero no fue un designio divino, ni un milagro del venerado dios automóvil. Fue una acción definida, planificada, organizada y aplicada por humanos de carne y hueso, posterior a una decisión. Antes de la decisión hubo una priorización y antes, una voluntad frente a una necesidad. Una evidente necesidad.
Tal como la teoría de la ventana quebrada del barrio -que sin reparación va abriendo espacio a nuevas pedradas y futuros delitos- la eliminación de demarcación por desgaste va abriendo paso a quienes -aún sabiendo- no respetan los bordes que esa pintura definía. Válidamente, en el otro caso, conductores de otras ciudades no se detendrán frente a algo que no se ve. Quepa hacer explícito entonces, que no se puede ahorrar en pintura. No porque la compra que no se haga efectivamente no reste en el excel municipal, sino porque finalmente ese costo lo terminamos pagando igual como sociedad, por una u otra cuenta: la del SAMU, la de bomberos, la de la SIAT, en tiempo de congestión, en seguros de accidentes u otros ítems. Es ineludible pintar.

Tiene sentido pintar en marzo, con el foco que esa acción tiene: los niños. Así, el entorno de los colegios se prioriza como un espacio para dar seguridad y volver a recordar a los conductores que deben respetar ese entorno. Los niños y sus padres pasan por aquellos pasos de cebra: pintemos los pasos de cebra. Bien. Los niños y sus padres se trasladan en vehículos: pintemos las vías. Bien. ¿Los niños y sus padres -especialmente madres- trasladan a sus hijos en bicicleta? Si, lo hacen, ¿tendrá prioridad pintar y mantener ciclovías? Pareciera que ese espacio sigue pendiente de ser pintado. El alcalde, desde Paraguay incluso, se enorgullecía del trabajo que sin duda mejora el entorno y la seguridad. Mientras, acá en concejo, nuestros representantes continuaban recordando lo que vienen diciendo hace meses: necesitamos demarcaciones, necesitamos mantenimiento y limpieza de ciclovías, necesitamos que repongan los tachones rotos, necesitamos reponer los hitos, necesitamos más bolardos, necesitamos que autos dejen de estacionar en veredas, necesitamos más fiscalización a vehículos, en fin. Esas ciclovías sucias son las que se enangostan por vidrio de choques, latas, ramas, etcétera: o le haces el quite o pinchas. Las madres que llevan a sus hijos en bici -tal como los estudiantes que individualmente van en bici- deben enfrentar la decisión. Aceptar el riesgo, intentar evitarlo o subirse a la vereda suelen ser las opciones.
Este pintado, como ya pasó con el anterior, también se borrará. No es posible que esta acción de mantenimiento se realice sólo una vez al año. Ya lo vimos. Entendiendo que varias acciones de tránsito no se han logrado concretar por falta de manos, quizá la nueva arquitectura funcional establecida para el cuidado y mantenimiento de jardines -por medio de la Corporación de Fomento- pueda cubrir este requerimiento diario. Si es por priorizar temas, desconozco cuántas personas morirán al año por falta de riego en las plazas o corte de césped. Lo que sí sé es que esa bendita pintura contribuye a dar más seguridad a todos.

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