Esto no es un colapso

La tarde del lunes 22 de octubre de 2018 varias autoridades, en comitiva encabezada por la gobernadora y el alcalde, nos decían desde una intempestiva visita al Hospital de Emergencia, que estaban gestionándose las derivaciones de pacientes hacia Molina y Teno. En aquel momento la autoridad de gobierno habló de una “sobredemanda” frente a las consultas acerca de si era un colapso. Ya en ese momento, el director del hospital decía que funcionaban regularmente al 90% de capacidad y más, demanda que reflejaría con el concepto de “camas calientes” -con personas hasta en el suelo ese día- ante el flujo permanente. En ese momento, a 8 años del terremoto, el Hospital de Emergencia seguía en ese estado, en emergencia. Si en ese momento el imaginario de solución estaba en derivar pacientes a los hospitales de Molina y Teno, hoy, en los hechos, la solución está más cerca de Concepción y Punta Arenas.

Estamos en una de las peores semanas en lo que a Covid se refiere en la Región del Maule. El panel de control regional muestra en rojo a 22 de las 30 comunas en cuarentena. Y aunque se nos niegue, estar derivando pacientes a Punta Arenas habla acerca del colapso asistencial. El sistema está “tensionado”, se nos dice ahora. Es en ese marco y en contexto de feriado, que se despliega la autoridad en la comarca. De este punto de prensa citado en la entrada norte de Curicó, hubo algunas consideraciones que me parecen importantes. La obvia, es acerca del lugar de la convocatoria, que si bien responde al deseo medial gubernamental de “pongámonos en la entrada de Curicó”, se ubica solo a cuadras del hospital pendiente desde 2010. Allí, la promesa de 400 camas sigue vigente y, a diferencia del Hospital Gustavo Fricke, la apertura anticipada parece improbable, aún cuando se van filtrando imágenes de su imponente interior. No se si fue el lugar indicado para el punto de prensa realmente.
El segundo apunte, es acerca de lo que allí se dijo, le resumo: Curicó no hace juicio, aún estando cortos de camas en el Maule en otras regiones están peor y, a modo de presión hacia las demás comunas, habría una supuesta evaluación para ampliar la restricción vehicular hacia las comunas encuarentenadas. Punto aparte para la pregunta acerca del encuentro de Curicó Unido, equipo medrado por jugadores contagiados que debió jugar igual.

Mientras esto pasaba en las cercanías de Felipe Camiroaga con Archipiélago Juan Fernández (…) por televisión éramos testigos de miles saliendo de la capital, atiborrando los cordones sanitarios y otros tantos entrando y saliendo del Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez. Así, mientras en lo local se volvía a presionar, la imagen nacional era de dejar hacer, ¿a qué punto? al de liberar esos cordones sanitarios finalmente y pagarles el hotel a los viajeros. De fondo, ¿cuál es la señal que queremos dar?. Si es de que todo está perfecto y en “normalidad”, entonces actuemos en consecuencia: fin de las cuarentenas (recordar: 22 de 30 comunas, más de 900 mil personas). Si no está todo perfecto, entonces reforcemos todas las medidas de forma pareja y cumpliendo la palabra de las autoridades. ¿Debí quedarme en casa respetando la cuarentena, si los cordones sanitarios no serían tales o si no habría fiscalización?. Es una pregunta válida de quienes persisten en respetar las medidas y creyendo en las autoridades.

Volviendo a las cercanías de Felipe Camiroaga con Archipiélago Juan Fernández, la Seremi utilizaba el método ministerial: así como se nos muestra que Chile no está mal y se propone la comparación internacional, ella nos muestra que la región tampoco está tan mal si miramos a las demás. Horas más tarde, nos enteraríamos no solo del colapso regional, sino de una derivación que terminó en Punta Arenas, de un equipo que debió perder para satisfacer “lo esencial”, de casinos ilegales con jugadores escondidos bajo frazadas y empresas que siguen con brotes. ¿Cuál es la señal que queremos dar? Si sigue siendo el llamado permanente a la tranquilidad o a suavizar el nivel de la emergencia, seguiremos validando que la gente salga. Si decimos que no podemos darnos el lujo de parar la agricultura, seguiremos validando que la gente salga. Si insistimos en decir que unos automóviles pueden salir a la calle y otros no -restricción vehicular- seguiremos validando esas salidas incluso de forma institucional. Si seguimos dando permisos para lo que sea, seguiremos actuando en consecuencia. ¿Cuál es la señal que queremos dar?. Quepa la pregunta: ¿todo esto “es responsabilidad de la gente”?.

Estamos en el peor momento del poder institucional como sociedad. Con la legitimidad en entredicho, cuesta lograr adherencia a las medidas, más cuando es evidente el incumplimiento avalado por la autoridad y la debilidad fiscalizadora. Según el mapa desplegado por el Coronel Ovando en el punto de prensa, para el operativo especial de Semana Santa habría desplegadas más de 70 personas controlando. ¿El Intendente puede disponer de una cifra similar para un control intensivo de la restricción vehicular que dice que analizarán?. Más allá de sobrecargar a los municipios -donde no todos tienen el presupuesto de Talca, Curicó y Linares- o sobrecargar al propio ejército, en el marco actual su llamado pasa a ser un ejercicio retórico sin fondo. Más cuando este no sea “el último esfuerzo”, como nos repite. Propongo que no habríamos llegado a tener 22 comunas en cuarentena, si la voz de la autoridad fuera aceptada y respetada.

Servirán de poco los llamados a la calma y a la tranquilidad, cuando vemos que podemos terminar en Punta Arenas. Sirve poco asumir que todo está normal cuando vemos como van contagiándose los jugadores frente a un partido que parece que, al igual que un eclipse, no se puede suspender: pero si podemos terminar detenidos por jugar a la pelota en el barrio. De poco valen más restricciones si no serán fiscalizadas y, mucho menos, medidas en su impacto real. Quizá sea más razonable adelantar las elecciones presidenciales, no lo digo por la presidencia directamente, sino para poder adelantar la inauguración del nuevo hospital y poder parchar en algo este desastre que estamos viendo, aún cuando nos repitan que esto no es un colapso.

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