Restricción vehicular maulina: segundo pie de cueca

¿Cuánto puede impactar la definición precisa de un problema en la solución del mismo? Esta pregunta como telón de fondo, me parece pertinente al momento de pensar en esta restricción vehicular. ¿Qué esperamos de esta medida?.

Uno de los tantos cambios de prácticas humanas en pandemia, se asocia al incremento del uso del automóvil, por quienes tienen uno a su disposición. En un sondeo en el Maule, encuestados afirmaban que en lo sucesivo dejarían de usar el transporte público pasando de un actual 38% a un futuro 14%. Se cambiarían primero desde el transporte público hacia el vehículo particular, como segunda opción preferirían caminar y también se movilizarían en bicicleta (Impacto de la pandemia en la Región del Maule, Maule Cuenta). Este paso de movilización “pública” a la privada no es una novedad. Incluso motivó un publicitado anuncio de restricción vehícular, que sería suspendido horas después el viernes 8 de agosto de 2020.
Escribimos acerca de esto en una columna titulada “Cueca al desnudo: restricción vehicular en la comarca”. Esa imagen cuequera cristalizaba la irresponsable tragicomedia pública, donde se quemaba un cartucho sin haberlo disparado, a la vista de todos los tomadores de decisión regionales y comunales. El argumento para suspender la medida, hablaba por aquellos días acerca de cómo se podía presionar a la comunidad de ese modo. Es raro hoy, ya que entenderemos que a 5 meses de aquel episodio, con una pandemia que sigue activa, en medio del siempre refrescante verano curicano (…), la comunidad debería sentirse aún más presionada que en agosto de 2020.

Lejos de suspender la medida, se triplicó la apuesta: ahora a Curicó se suma Talca y Linares. El esquema será similar al anunciado en agosto: restricción para dos dígitos de lunes a viernes y cinco -pares un día, impares al otro- en sábado y domingo. Así, aspiramos a limitar en estas tres comunas el tránsito de vehículos, a la quinta parte en el primer caso y a la mitad en el segundo.

Volvamos a la pregunta: ¿qué esperamos de esta medida?.

Ya sabíamos -y vimos en la calle- que la pandemia motivó desplazar el uso del transporte público al particular, lo que incrementó la cantidad de vehículos. Si esa alza fue cercana al 20% la restricción de lunes a viernes sólo aspiraría a volver al flujo de los días pre pandemia. Por otra parte, quien cuente con dos automóviles probablemente no tenga mayor problema -motivo principal para no tener una restricción permanente, la compra del segundo auto- y quien tenga solo uno podrá usarlo 5 en días. ¿Vemos cómo muta el sentido de esta decisión pública?. Pareciera que la cuarentena ahora ya no será tan restrictiva. 

Si lo que esperamos es eliminar el flujo de automóviles la restricción debió ser total, como se asumiría de una cuarentena. Una medida como la adoptada envía el mensaje opuesto  entendiendo que estamos en cuarentena: podrás seguir utilizando tu automóvil igual, no te sientas limitado.

Si por el contrario, lo que se espera de una medida como esta, en un contexto de imagocracia campante, en la sociedad del espectáculo y frivolidad, es un conjunto de cuñas de prensa, audios y sumar una sensación biopolítica de control, puede que tenga sentido…  aunque no cambie nada.
Ya se nos dijo que la agricultura no podía parar (Intendente), que estuviésemos tranquilos (Seremi de Salud) aún cuando los números vaya que corcovean  y que no se puede sancionar a los conductores de vehículos (Seremi de Transportes). Ahora nos daremos cuenta que no hay manos suficientes para poder fiscalizar sin medrar la auctoritas:
¿sirve implementar una medida sin poder controlarla o sancionar su incumplimiento?.
Cuando aparece este cuestionamiento, es cuando se desplaza toda la responsabilidad a usted y a mí, a la ciudadanía, ya que no debe importarnos la ineptitud de los tomadores de decisión: nosotros somos los responsables.

Cuando nuestro foco público es la telepolítica, si es necesario terminaremos corriendo con pantalones y zapatos por el Cerro Condell, como vimos en el anuncio que parecía fomentar el deporte para peatones y ciclistas. Mientras eso pasaba, ya no había peatonal -siempre temporal- en el centro. ¿Para qué podríamos llegar necesitar una peatonal? Habríamos pensado que era para incentivar el caminar con distancia segura por el centro, no como una medida que dependiera de la factibilidad de ejercer el comercio ambulante: ¿si hay cambio de fase, se elimina el paseo?. Con cuarentena o sin ella deben y ya debieron existir peatonales en el centro desde hace años.
¿Quién podría estar bloqueando una medida tan anhelada para la comunidad, expresada en cada ejercicio de participación ciudadana, que fomenta la seguridad de peatones, que contribuye al comercio, al turismo y hasta al deporte?. Nada de esto es relevante para la telepolítica, salvo que incluya una inauguración y luces.

La restricción, en una región sin métricas útiles, será presentada como todo un éxito. Servirá para ponerla en el reporte final: “incluso aplicamos una restricción vehicular en Curicó, Talca y Linares”. Esta decisión -política, no sanitaria, tal como lo es evitar la cuarentena en Talca- la agregaremos en la lista del teatro de improvisación, aún cuando sólo sea el segundo pie de ese baile nacional al desnudo con que nos deleitaron ese 8 de agosto.

Columna publicada en Diario La Prensa de 20 de enero de 2021.

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