El coro del silencio

La última vez en donde el derecho a guardar silencio fue usado y con connotación pública, como lo recordará el versado lector, fue en el caso del curita O’Reilly. En ese momento, el acusado de pedofilia mantuvo silencio ya que era la estrategia definida para el caso.

Ahora y a raíz de las entrevistas realizadas en Radio Condell y por El Amaule, reaparece el derecho a guardar silencio, en voz ni más ni menos que de representantes públicos. En las entrevistas en ambos medios, se consigna que toda una bancada habría guardado silencio frente a las indagaciones, en particular Julieta Maureira, Luis Rojas, Leoncio Saavedra, Enrique Soto y Luis Trejo.

Humanos tomando decisiones consientes y racionales
Tiene sentido que uno, o que un par hubiese usado el derecho a guardar silencio. Si todos lo hacen, esto más que coincidencia da para cartel. Pero como diría Watzlawick, es imposible no comunicar y guardar silencio vaya que da para interpretar. Por lo pronto, sentarse en el sillón del interrogado y no responder en una investigación de interés público en donde está en cuestión la fe pública, nos entrega al menos estas opciones:

  • Sus preguntas no me interesan
  • Mis respuestas pueden ser riesgosas para otros o para mi
  • No me interesa estar aquí, sólo cumplo con venir
  • Debo cumplir el acuerdo
  • Nada de esto tiene sentido
  • No creo en esta institución

Las opciones “no sé”, “realmente no tengo mayor información”, “yo no he participado en nada” o afines, simplemente se descartan entendiendo que se opta por el camino simple de guardar silencio. Hay una opción, una decisión, un camino por el que se opta de forma consiente. A eso nos enfrentamos hoy.
Es tan profunda la decisión adoptada en bloque, que incluso expone a los investigados a la pérdida de poder señalar que no tuvieron responsabilidad en el hecho, lo que de algún modo es intentar mantener la honra en un proceso que es de interés público, entendiendo que hay probidad y buen uso de fondos públicos en juego. La honra se pierde sólo una vez, por lo que cualquiera en su sano juicio habría hecho uso de la palabra por mantenerla. Pero no, la decisión en bloque fue más fuerte.

El silencio es el partido más seguro para el que desconfía de sí mismo
– François de La Rochefoucauld

Contradicción natural
Esta aberración llega a tal punto, que en la contradicción misma del sistema democrático, quienes dicen representarnos, prefieren guardar silencio. Un coro de silencio. Y no hablamos de un instinto de sobrevivencia ante una junta de vecinos con ánimos caldeados ni mucho menos, hablamos de una entrevista ante un poder del Estado que en pleno proceso requiere conocer la versión de los declarantes. Silencio fue la respuesta y, teniendo en mente todo el contexto, no es un silencio desde la vergüenza ni mucho menos desde el arrepentimiento, es silencio desde la “estrategia”, desde el acuerdo, desde la plena conciencia de lo que había que hacer.

De las entrevistas expuestas al inicio, aparecen elementos notables que aparecerían luego del avance que ha tenido este ejercicio por conocer la verdad.

Nadie lo notó
El estremecedor silencio de los bondadosos -como diría Luther King- permite que esto suceda. Es cierto, con fuente de empleo en riesgo permanente y con las máquinas bien aceitadas es poco probable que los funcionarios del municipio quieran poner en riesgo la integridad financiera por exponer algo, aunque sea su obligación legal. Del relato se desprende que el burdo nivel de las rendiciones era auto explicativo en cuanto a ser al menos boletas repasadas. Cabrá, en el paso siguiente, ver la responsabilidad de los funcionarios que “no detectaron” la suplantación o que hicieron oídos sordos a lo que estaba ahí.
Quizá tan explícito como guardar silencio, sea devolver dinero a posteriori. Se señala que durante las últimas semanas, los concejales habrían devuelto fondos a las arcas municipales sin tener mayor claridad acerca del objetivo de esta acción…

Preparémonos lugares comunes
Como todo gato de espaldas, en vista de la presión debiesen aparecer las estrategias de nivel uno para abordarlas: esto es un vil y artero ataque político, es la envidia de la gente, la gente me mandata y me debo a ellos, soy sólo una víctima de esto, pregúntenle al del lado, esto siempre ha pasado y, desde luego, hable con mi abogado. No es la primera vez que integrantes del concejo se someten al escrutinio público por lo que la costumbre se mantendrá. En este caso también debemos agregar lo de la “judicialización de la labor pública”.

Pero el acuerdo de silencio no acaba en el juzgado.

El riesgo permanente ante nuevas decisiones
Mantener el cuestionamiento permanente sobre el rol, la probidad u honra por parte de los representantes, supone medrar a su vez la posibilidad de cumplir su rol de forma efectiva. La mesa del concejo ahora no tiene contrapeso alguno por lo que estará a la deriva permanentemente en vista de no poder salir del espacio de cuestionamiento. Mientras alguno o alguna no salga de la zona de acuerdo, se mantendrá la situación tal como está y por lo que vemos, parece que no hay voluntad de salir de esa zona. Sin ir más lejos, en un hecho sin precedentes, la pérdida de más de 400 millones de pesos a la que se somete al municipio no causó mayor impacto ni controversia al interior de la mesa. Casi como si fuese normal perder tal cantidad de dinero. En un escenario de tensión permanente y de equilibrio precario, cualquier movimiento brusco podría desencadenar situaciones indeseadas por los representantes y eso se mantendrá en quietud mientras uno o una no decidan salir del juego.

Mientras, al parecer tendremos que ir acostumbrándonos al silencio.

El contrato social no tenía cláusulas que dijeran que los representantes guardan silencio. En ese caso, mejor sería tener una mesa de autómatas que voten en cada sesión o bien, unas tómbolas -tan de moda hoy en día- que logren tomar aleatoriamente mejores decisiones… y gratis. Y si, este no es el único tema en donde el tiempo pasa y pasa, sin tomar decisiones.

El lastre
Pero debemos ser justos, ya que esto no nace en este periodo, sino antes. La estrategia de dejar de asistir a invitaciones o dificultar el acceso de la ciudadanía a la información -ambos primos en primer grado de guardar silencio- es algo que desde varios periodos es una constante. Por cierto, la otra constante -casi correlación directa- es la propia repetición en una sala de concejo que grita por que abran las puertas y ventanas para orear el miasma. Siempre ha estado en sus manos la apertura y… bueno, aquí estamos nuevamente.

Cabe señalar a modo de recapitulación que nadie les obligó a poner sus nombres en la papeleta. Nadie les presionó por ser concejales ni abusó de su inocencia. Sabían a lo que se enfrentaban y muchos de ellos, desde hace varios periodos ya. Guardar silencio fue su opción desde el inicio y no la tomaron.
Si de verdad hubiesen querido guardar silencio, podrían haberlo hecho desde el principio.

Preguntas finales para el versado lector
¿A qué punto hemos llegado como ciudad para que esto no genere nada (la Teletón y Esculea han tenido más cobertura)?
¿Si no hay mayor problema en rendir boletos truchos, cuál es el umbral de la desvergüenza?
¿Pedirán disculpas públicas -acordes a su investidura de representantes- o seguirán haciéndonos creer que esto es un error de forma?
¿Quedará algo de sensatez en alguno de los concejales como para llamar al orden y romper el nefasto acuerdo?

“A veces el silencio es la peor mentira”
– Unamuno

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