Los llorones de siempre: El Transantiago

El calentamiento global es un problema que debemos enfrentar. Esa declaración no es nueva, sin embargo ahora se le encuentra sentido al ver que sospechosamente hace un calor infernal en verano y un frío que congela en invierno, sin comparación con épocas pasadas. Es decir, al darnos cuenta que el problema existe y tiene implicancias en nuestro futuro, aparece la voluntad para actuar, valga esta pequeña introducción para hablar del TranSANTIAGO

en camino

El Transantiago es el nuevo desafío del transporte público DE SANTIAGO. Entiendo que los medios de comunicación, el centro del arte, la cultura, la educación, etc., se encuentren en la capital del país dado que entre otras cosas concentra gran cantidad de la población del país, pero repito, es DE SANTIAGO. Como siempre, la soberbia hace que algunos digan incluso que ‘El transantiago es lo peor que le pudo pasar al país’. Veo en un programa de televisión como llora la gente por la apocalíptica situación que tuvieron que vivir hoy, primer día del transantiago y francamente no entiendo la falta de visión para enfrentar el problema del transporte público, desordenado, caótico y matonesco que existía.

Otros dicen que el sistema anterior era mejor, y que dictatorialmente se ha definido cambiar el sistema de transporte público ¿?. Entendemos lo que significa darle autoridad política a los representantes a través del voto, lo que implica que tomen resoluciones?. Francamente creo que el problema más allá del estado de ánimo; está en los hábitos y costumbres que no permiten ver el beneficio más allá de nuestra nariz.

A las viejas y viejos llorones, como un caudillo que apareció avivando a la masa en un sector en donde no quedaban tarjetas BIP (la fue a buscar el último día) les pido que por favor paren de llorar y asuman de una vez por todas el costo de vivir en la capital de un país -con todo lo que ello implica- y la responsabilidad de informarse.

Actualizado (15.02.07)

Vean la editorial provinciana del Diario La Prensa.

“Apenas 200 kilómetros al sur de la alienante capital y a lo largo y ancho de toda nuestra bendita Región del Maule, el escenario caótico generado por la experiencia traumática del famoso “Transantiago” se ve relajadamente lejano y poco contaminante.

Sin embargo, la aún apacible vida de provincia, ha venido sufriendo algunas mutaciones que van transfigurando negativamente nuestra tibia y acogedora cotidianeidad.
Los antiguos recuerdan con no poca nostalgia los tiempos en que la vida transcurría saludablemente lenta, con menos nerviosismo, menos agresividad, menos competencia, más calidez social, menos delincuencia; murallas de pintura renovada que duraban así por años sin que nadie las rayara con trazos desquiciados y absurdos.
Eran días con desayuno, almuerzo, once y comida; con entrada al trabajo a las 08,45, salida a las 12,45 y jornadas de tarde con entrada a las 14,30 y salida a las 19,30 horas; con tiempo para ir al cine, hacer visitas o pasear por la plaza, el parque o algún otro sitio amable y entretenido.
Hoy somos más vecinos, las ciudades han crecido al doble o más de sus perímetros originales; las micros y colectivos inundan las calles, tropezando con un desmesurado parque automotor.
Poco a poco se va asumiendo la “costumbre comercial” de abrir a las 10,00 horas; atender continuadamente hasta las 21,00 o 22 horas, con una apresurada colación de una hora o algo menos.
Menos mal que no tenemos un “Trans-nada” y que podemos viajar de un extremo a otro de la ciudad (en Curicó, al menos) por sólo 200 pesos.-“

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