De helicópteros y bicicletas: arriesgar la vida en ruta

Este viernes pasado, un joven de 14 años fue arrollado por un vehículo mientras entrenaba en Curicó, a plena luz del día. Por si la imagen no fuese suficientemente expresiva, intentémoslo nuevamente: un auto le pasó por encima. No me apunten por dar cuenta de un hecho que, como vemos, hemos normalizado como sociedad.
En el caso de este conductor, frente a las opciones de frenar o seguir, entenderemos lo que decidió en base a los bocinazos y al resultado. Otro “accidente”. Favorablemente, tal como sucedió con el seleccionado nacional Felipe Pizarro –a quien vimos volar en el video viralizado– el joven deportista también vivió para contarlo y su bicicleta también resultó destrozada.

Según fundamentamos en el libro Una Ciudad Ciclista, llevamos al menos 120 años de ciclismo y unos 70 o más de referencia nacional. La ruta es una de las especialidades curicanas. Aún así, en la Capital del Ciclismo de Chile, este tipo de atropellos son una posibilidad plenamente posible. Lo describimos en estos términos, ya que otras posibilidades que antaño eran prácticas habituales ya salieron de ese espacio de posibilidades, por ejemplo, el ver jinetes a toda velocidad, corriendo a caballo por el medio de la ciudad.
¿Por qué ahora eso no nos parece razonable (no pasa) y sí nos parece razonable que un niño pueda ser arrollado por un vehículo? Eso se llama paradigma y, en ese espacio de posibilidades, sacar de la ruta a alguien con un vehículo también pasa a ser plenamente posible.

Curicó ha podido vivir sin un helicóptero durante 280 años y más. Con la futura adquisición, suponemos que Curicó tendrá una treintava parte disponible de esa aeronave policial a su disposición. Un día al mes. Se me explicaba que uno de los supuestos fines sería el traslado de emergencias médicas.
Quizá sea razonable pedir otro helicóptero más para esta tarea específica, atendiendo la abultada cifra de siniestros viales, donde los que tienen resultado de muerte incluso nos han dejado algunos meses como primeros a nivel nacional, un sangriento récord del que nos debemos hacer cargo como sociedad.
¿Nos pasa algo con esto o también lo dejamos en el espacio de “posibilidades razonables” que no nos deben llamar a la acción?.
Mientras desde la primera autoridad hasta el último ciudadano no definamos como inaceptable el arrollar hasta a niños de 14 años, hagamos los mejores esfuerzos por lograr mitigar los traumáticos resultados.

Quizá dos helicópteros tampoco sean suficientes para esto.
Empecemos al menos por reponer la bicicleta.

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