La verdadera naturalidad de la política

En Chile, se señalaba que por ser un país geográficamente aislado -norte el desierto, sur la antartida -o el mar-, oeste el Pacífico y por el este Los Andes- sumado a una pretensión de estilo/status -y un poco de utilidades salitreras- éramos los ingleses de SudAmérica. Quizá esto, sumado con los traumas políticos y de participación ciudadana en general, han creado en nuestra mente una ilusión de pensamiento ordenado y poco caótico, sobrio, en bloque, tanto así, que al mínimo descuadre del esquema la confusión reina.

Flores y Zaldívar -Bianchi un poco menos- han irrumpido en la escena de la polis como entes que generan caos, rupturas o “fisuras” como ha dicho -con la moral en la mano- Navarro. Pues bien, en la naturaleza lo normal es el equilibrio, pero un equilibrio con caos implícito. Independiente de mi posición sobre las acciones de Flores y Zaldívar, es interesante ver como el recuerdo de la política real, la de acuerdos, consensos, negociaciones, hace que nos espantemos o descoloquemos por algo que debería ser una constante. Una posible justificación es que fueron políticos antes de aquel periodo del trauma de la participación ciudadana y simplemente están recordando un baile que bailaron hace 30 años: la forma natural de hacer política.

¿Qué hacemos con los partidos políticos?¿Calzan en el cuadro?¿La ciudadanía requiere de ellos o basta con ciudadanos destacados o destacables para que esto funcione?¿dónde perdieron el rumbo?¿alguna vez lo tuvieron?

Que alegría poder dudar.

Por fin van modificándose las variables. Esperemos que como decía Albert, ahora si puedan lograrse resultados distintos.

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