Construyendo autoridad

El profesor Maturana evoca el concepto de “nicho” para referirse a condiciones para que algo pase. En un nicho ecológico o un “entorno posible” se logran originar los seres vivos hace miles de años, expone. Es interesante esta noción que podemos extrapolar a otros dominios. Por ejemplo, es posible que la sola abdicación de Fernando VII no hubiese llevado a la independencia de la última posesión del reino, si en Santiago no hubiese existido todas las condiciones -e intereses, por cierto- para lograrlo. Así, ¿qué condiciones deben existir para que un grupo de ciudadanos irrumpan en un municipio y otros ciudadanos decidan expulsarlos de allí?

Este tema no es novedoso para Curicó. El 5 de diciembre de 2013, en pleno despacho del alcalde, un ciudadano irrumpe con un bidón con combustible, encendedor en mano -según señalan versiones oficiales- a objeto de quemarse a lo bonzo. El persecutor, años más tarde en 2015, diría que “lo que se está protegiendo acá es a la autoridad y que no se haga presiones indebidas contra ella, en una sociedad democrática”. Insisto, ¿qué condiciones deben existir para que un grupo de ciudadanos irrumpan en un municipio y otros decidan expulsarlos de allí?

En Chile hemos experimentado distintas formas de lograr la autoridad. A golpes y espada al arribo de la inmigración española en el siglo XVI, por las armas luego de la independencia, armas también luego en golpes de estado y por el imperio de la ley en otros momentos también. Actualmente esa responsabilidad del orden radica finalmente en el presidente de la República a través del Ministerio del Interior y Seguridad Pública. Pero parece ser distinto lo que se define en el papel, con lo que sucede en el mundo real.

Algo huele mal. Quizá este contrato y quienes lo aplican, por una parte no se hacen cargo de su rol, pero a su vez no se comprometen con su virtuosa y propia acción para apegarse a ese conjunto de normas.
Cuando las primeras autoridades de la República no pagan sus contribuciones, la ciudadanía toma nota.
Cuando se inventan funcionarios y luego se les compra ropa, la ciudadanía toma nota. Cuando funcionarios se pasan semáforos en rojo a toda velocidad y luego no hay sanción, la ciudadanía toma nota.

Peor aún, cuando todos somos espectadores de lo falible que es la autoridad presidencial y en la escena siguiente vemos, cuan encarnación de Jalisco Zapata -el que si no gana, al menos empata- incapaz siquiera para una disculpa… la ciudadanía toma nota.

La magia está en creer, nos dice Falabella previo a navidades. No estamos creyendo todos lo mismo, parece. Así, no sería extraño que entusiastas y emocionados patriotas, decidan abrir su colección de armas -debidamente inscritas incluso- y salir a defender la patria, solos como en Soldado Universal, o en grupo, arrasando con lo que a su rápido e infalible juicio sea lo incorrecto, el error, la lacra. ¿Que el sistema judicial actúe?, ¿presunción de inocencia?, ¿habeas corpus?: meras formalidades frente al primitivo deseo vestido -según sus portadores- del más elevado patriotismo y justicia.

Podemos tatuarnos la frase “condeno la violencia venga de donde venga”. Cambiar ese violento “por la razón o la fuerza” por este nuevo lema. Quizá más profundo y significativo aún -como lo vimos en el aeropuerto con el Covid- firmar una declaración jurada de adhesión. No valdrá mucho si, como decía Maturana, no generamos ese entorno donde la violencia ni siquiera tenga sentido, dado que logramos ser capaces de entendernos conversando y no a palos, armas o bidones con combustible. Donde sepamos que nuestras acciones tendrán consecuencias desde la más alta magistratura hasta el último habitante de la República. Poner freno a la lenidad sería un gran paso.

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