Hace días circula en internet un recordatorio acerca de lo que debemos llevar al momento de ir a votar: la cédula de identidad… y la memoria. No es novedoso encontrar día a día nuevos antecedentes acerca de la incestuosa relación entre dinero y política, que pone en tela de juicio la real representación: los ciudadanos o “quien pone las lucas”. Lo que sí es novedoso, es el estándar de lo que hoy nos sorprende o ese nuevo límite de lo que aceptamos como posible, que gatilló incluso, un esfuerzo a nivel presidencial para abordar el conflicto de interés y en definitiva el foco de corrupción, donde se gatillan preguntas incómodas como ¿es posible comprar un puesto de representación?
La prueba de fuego, acerca de “si nos hizo juicio” todo lo que ha pasado, está a semanas o quizá días y hace referencia a las Elecciones Municipales 2016. Todos sabemos que el plazo legal de campañas no se respeta, bajo el subterfugio de que “no se llama a votar”, haciendo aparecer en las calles a candidatos que más parecen el anuncio de Signal, como dice la canción. Como no es periodo de campaña, las millonarias cifras asociadas a “posicionar” una cara, simplemente quedan en la opacidad de la caja pagadora. Así ha sido, pero dependerá de nosotros y nuestra memoria, elevar también el estándar respecto a esto. No podemos seguir aceptando -en nuestra condición de ciudadanos votantes- que bajo el feble argumento de posicionar supuestas caras nuevas, se intente torcer una norma, lo que puede llegar a ser una muestra preliminar de la capacidad futura de torcer otras normas o de comportamientos que, nuevamente, nos expongan como ciudad a hipotecar decisiones públicas en base a formalizaciones por hechos a lo menos vergonzosos.
Las gigantografías, los saludos solapados por radio y otros clásicos, deben mantenernos alerta de quienes no entendieron nada de lo que ha pasado. Los candidatos emergentes efectivamente van en desventaja frente a los más de 20 años en algunos casos, de elecciones, reelecciones y posicionamiento positivo o negativo, pero posicionamiento al fin. Pero es un flaco favor diferenciarse en el grupo emergente en base a los ingresos posibles, vale decir, reproduciendo el nefasto modelo que abría la duda inicial. ¿El que tiene más gigantografías, palomas o anuncios gana?, ¿billetera más grande gana?, ¿político pobre, pobre político?.
Ojalá haya más sustancia esta vez, más ideas y más sesera, que nos permita, por lo menos, saber que piensa cada candidato, algo que aún no sabemos incluso de los actuales representantes, que no logran salir de sus propios problemas. En nuestra agrópolis en crisis institucional, de concejales formalizados y mesa directiva en tela de juicio, queda mucho en juego todavía. El que durante ya más de 20 años nos hayamos acostumbrado a la falta de creatividad, a las obras a medias, o al desarrollo como simple bienvenida al concreto y hormigón armado, no quiere decir que no exista una oportunidad de cambiar aquel futuro.
Cada elección es una nueva oportunidad de mejorar el estándar, de cambiar nosotros mismos y el umbral de lo que aceptamos como posible. Por ejemplo, ¿será posible viajar a Argentina en taxi durante el próximo periodo?.
Llegó la hora de comenzar a buscar la cédula, pero por sobre todo, de buscar la memoria para no tropezar nuevamente con las mismas piedras.
Foto: Representación teatral, al igual que la representación democrática, una simulación. Escena de pelea de la obra Cómo Gustes, de William Shakespeare
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