Nuestro milagro pendiente: transformar el barro en asfalto

Todas las conversaciones en torno al camión bacheador se centran en su capacidad de reparar pistas para vehículos. Y tiene sentido cuando las conversaciones acerca de planificación urbana tienen al automóvil como su centro privilegiado de acción. No diseñamos para personas, diseñamos para autos. Hay miles de millones en presupuesto -también en esta región- que lo evidencian cada año. Ese bendito camión podrá pasar decenas de veces reparando baches mientras a centímetros de allí el barro seguirá siendo la superficie invernal para peatones. Saliendo a Tutuquén, a Zapallar, a Los Niches, a Sarmiento o a Rauco, ninguna ruta se salva. De este modo, la elección obvia del peatón es caminar por la pista. Entre pasar por el barro o pasar por el asfalto, cada peatón elegirá asfalto. Si, en la elección también el peso del riesgo se carga al peatón que, sin chasis, debe entrar a esa zona que se resignificó como dominio del vehículo. En la ruralidad ese “vehículo” suele ser un camión. Y ese peatón, también suele ir en bicicleta, silla de ruedas, con un coche, carrito de compra, etcétera. Algunas veces eso es distinto y en las obras se consideran unos centímetros fuera del borde donde se pensó en zona de detención vehicular -diseñamos para autos- y no para peatones o ciclistas, aún cuando sea “la” opción de un desplazamiento relativamente seguro.

Con la expansión de la ciudad y la legislación vigente se van generando entornos de inconsistencia donde para lograr llegar a la siguiente vereda o ciclovía debe haber un barrial intermedio. En la escena, una configuración usual es vereda, barro, vereda. La experiencia ya debió enseñarnos que ese proyecto siempre pendiente de veredas -para cubrir el barro- tomará décadas. ¿Y qué haremos en el intertanto? Ese mismo camión que tuvo disposición y prioridad pública para reparar todas las veces que fuera necesario aquellas pistas, debería tomarse el tiempo público de dignificar el paso de peatones, bajándoles el riesgo al que la propia decisión pública les expone. Porque cada nuevo proyecto generador de la configuración vereda – barro – vereda fue validado también por las autoridades definidas.

¿Será que es posible lograr aquel milagro planificado donde el barro se transforme en entornos de asfalto, a la espera del proyecto de vereda o ciclovía que algún día llegará? ¿Será que luego de identificar y catastrar aquellos lugares logremos dar mayor seguridad y dignidad como sociedad?¿Será que mejorar y motivar entornos caminables contribuye a desincentivar el uso del automóvil? Con voluntad -política- podremos hacer este milagro vial.

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