La vendimia de Curiyork

Pasó la prueba. La Granja volvió a ser revisitada como paisaje tan principal de encuentro, tal como lo viene haciendo desde hace más de un siglo, en este caso, como entorno del traslado de lo que fueran las actividades usuales de una fiesta de la vendimia. Recordemos que desde la noción actual de esta festividad (1987-2024), se realizó en plena Plaza de Armas. El delegado presidencial, siempre tan responsable, dijo después en una radio que realizarlo en la plaza era “un absoluto riesgo”. No dijo desde qué año se tenía ese juicio de riesgo. Yo he pedido explicaciones acerca de quién tuvo la idea de traer a Pailita, ya que como decía hace unos días –Enero– en una columna denominada De La Vendimia a Vinopalooza, nos metimos en este problema por el mismo deseo municipal de hacer cada año un evento más masivo, logrando masividades que terminaron con gente escalando muros, palmeras, faroles, con un riesgo afín al señalado por el delegado. Trajimos a Fito Paez y varios más, sin problema, gratis, hasta que alguien queriendo ser Ícaro nos quemó a todos, incluyendo la posibilidad de la plaza como punto central de encuentro. Como todas las malas ideas, al final quedó huérfana.

Durante más de 100 años, La Granja ha acogido eventos familiares, comunales, regionales nacionales e internacionales, logrando hasta un Premio Guinness, obtenido en su momento por Multihogar y su Multibingo. Por lo que un espacio público como este no tendría problema para acoger a miles allí, como lo hizo.

Favorablemente en aquel comprometido deseo de éxito, se desplegaron acciones necesarias para la peatonización y confortabilidad que es de esperar que se mantengan y proyecten, para lograr resignificar efectivamente este entorno como aquel “Parque” La Granja, un entorno versátil y amable que reúne a la comunidad como lo ha hecho desde sus inicios. Ahora bien, como en toda primera versión, no es real ni razonable esperar que no hayan problemas o espacios de mejora. Entenderemos que si, por ejemplo, tenemos encarnado el chip vehicular, no habrá forma en que deje de haber atochamientos o problemas de estacionamiento, por ejemplo. O que falten bicicleteros, o baños o papeleros.

Pido indulgencia ante la mirada, para quien ha escrito acerca de la transición desde un Curicó a un Curiyork. Entenderán que esta también es una expresión palpable. La tapa del libro presenta a la última Victoria curicana pasando por allí, por la plaza, por la cuadra del poder, Carmen entre Estado y Merced, con toda la semaforización en rojo. Para quienes tengan recuerdo, la Victoria era relevante en la invitación y paseo por el céntrico entorno. Hoy, en la cuadra del poder, el estacionamiento lo tuvo un bus de estilo londinense, de dos pisos, descapotable, facilitado desde Talca. El Curiyork Bus, diría una concejala sobre aquel medio que transitó entre La Plaza y La Granja. Así vamos transitando a ese otro punto de referencia, de un Curicó a un Curiyork. Quedan algunas preguntas abiertas: ¿subieron las ventas en el centro este fin de semana?, ¿mejoró la congestión vehicular allí?, ¿hubo menos ambulantes?, ¿fue valorado el entorno peatonal o seguiremos atizando el entorno vehicular?

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