A 15 años del terremoto, el bypass como primerísima prioridad

La estación de ferrocarriles de Curicó es un proyecto pendiente desde hace 15 años.
Un proyecto conocido por la comunidad. Validado por la comunidad en una elección abierta.
Un proyecto que ganó su lugar dentro de las 3 más altas mayorías en aquel proceso post terremoto.
Y no solo eso: incentiva la movilidad teniendo a las personas en el centro de su interés, bajando nivel de riesgo en carretera.

Todo lo contrario de aquel Bypass: un proyecto ni pedido ni pendiente.
No fue conocido por la comunidad afectada, antes ni durante, comunidad que aún mantiene la sorpresa e incredulidad en curso.
No fue validado en ningún foro abierto.
No ganó ningún lugar de nada, porque fue impuesto.
Y no solo eso, incentivando otra vez la priorización del vehículo en el espacio público, donde el auto es el centro de aquel interés. No en cualquier espacio público: haciéndolo intersectar en plena zona de riesgo de J-60, a metros de la curva de la muerte y sin plan de mejoras mediante.

¿Alcaldes, concejales, diputados, senadores alzando la voz por la estación? No, simplemente mirando a ver qué ocurrencia tendrá ahora EFE y Seremi de Transportes (Santiago, Talca) esta vez para zafar. Como aquella vez donde motivaron al presidente a poner la primera piedra, desde Talca, vía remota, radio en mano, la que caía en Curicó.
Algo improvisaremos.
Mientras, retomemos el carril de meses de una nueva licitación, ya que el proceso anterior avanzando al 60% debió ser abortado. En el intertanto, los rucos siguen apareciendo en sus dominios, intentando lograr coordinar las barreras para que puedan tener sentido y consistencia, al menos frente a la llegada de un tren. Metáforas visuales. Porque ni esa coordinación está plenamente lograda.
Y antes de todo esto, nos dicen, debemos tener un Bypass.

Sostenemos esta conversación a 15 años del terremoto de 2010 y a 40 años del de 1985.
Más allá de la adhesión que no tuvimos para seguir el Plan de Reconstrucción Sustentable (PRES Curicó) –no tenemos por qué estar de acuerdo con lo que pensamos, votamos, o planificamos, como es el caso– nos da la oportunidad de contrastar, listado en mano, aquellas prioridades.
Con suerte logramos la apertura del hospital y seguimos rogando por que el proyecto en ejecución del Estadio La Granja no tenga la misma suerte de la Estación. Sale de toda posibilidad los proyectos de calles ciudadanas, el plan de arborización o el paseo calle Prat, máxime frente al necesario podio que le entregamos en cada proyecto al automóvil como centro de nuestro interés y veneración.
Los mejores sueños de aquel 2011 incluían la reubicación de la cárcel, el hundimiento de la línea del tren y el mejoramiento del Cerro Condell. Y de aquel Bypass, nada. Absolutamente nada. Cero. Inexistente. Ni en corto ni en largo plazo, como debe estar pasando en los planes de Teno, Rauco, Sagrada Familia y Molina.

¿Dónde pondremos nuestros mejores esfuerzos, ganas y presupuesto?
Efectivamente, en un proyecto que apareció desde el sombrero de un mago.

¿Podremos comprometernos con nuestras propias decisiones y planes públicos?
En año de elecciones, difícil otra vez.

(1)