Un cerro de propuestas III: cuando se apaguen las luces

A la par de los casos delictuales en el Cerro Condell (con asesinato incluido) una serie de casos hizo que en la atención primaria de salud dijesen basta. No es posible trabajar con ese nivel de agresividad y riesgo latente. Es interesante analizar el contraste con el Cerro: lugares repletos de personas, con flujo 24/7, seguridad humana y también televigilancia con bastantes más que 5 cámaras y, aún así, los casos con mayor o menor agresividad se presentan igual. ¿Faltan cámaras? ¿La apertura 24/7 mejora la seguridad? ¿Diputados interesados?

Tal como muestran las muertes constatables en el Cerro en 2011, 2015, 2016, 2019, 2020 y este año, esto volverá a ocurrir, tal como la salud primaria deberá volver a enfrentar casos indeseables de violencia. El asunto es cómo lograr cubrir espacios de riesgo, sensibilizar a los usuarios y actuar coordinadamente, en ambos casos por cierto.
El trabajo del sistema de justicia para este caso, desde policías y fiscalía, dió fruto más rápido que la destemplada reacción de congresistas y excongresistas –que se aparecieron una semana después– logrando ser detenidos al menos 4 implicados aún cuando podría haber otros. Entre los 4 capturados estaría quien apuñaló a Alexis, estudiante universitario y última víctima. Hubo un crimen, hay una investigación, hay detenidos. Parece ser un escenario dentro de todo lo negativo, positivo. Esto es importante de tener en consideración, toda vez que de esos 5 casos anteriores, 2 serían por homicidio y en esos 2 casos también hubo responsables identificados y detenidos.
¿Nos sentimos seguros? Hay evidencia para “pensar” que deberíamos, pero volvemos al inicio: la seguridad es también una sensación. ¿Entonces cuándo nos “sentiremos” seguros?

Con esa tasa de muerte en el Cerro Condell -de 0,4 muertes por año desde 2011, más de una década- lo probabilísticamente esperable es que pasen meses antes del próximo asesinato. En esos meses se acabará esta administración municipal y comenzará otra. Posiblemente antes del siguiente fallecido, también habrá un o una nueva presidenta. ¿Y qué haremos en el intertanto? La impostada reacción congresista chocará con la realidad que, como vimos en el caso de la atención de salud primaria, será proporcional en riesgo a las más de 40 hectáreas y tendremos que asumir lo impopular: no es posible asegurar esas más de 40 hectáreas.
No tendremos el globo de televigilancia. No tendremos el ejército de drones ni las 200 cámaras. Bendito RS. Entonces, ¿qué? Lograr la mayor pena posible, subir el precio a todo delito en el cerro, aplicar tolerancia cero real y aumentar restricciones sería lo esperable, aunque le duela a los guardianes de la tradición. Y eso requiere presupuesto. Y eso requiere activar a los que se desligan de su infraestructura crítica. Y eso requiere desalojar a quienes quién sabe por qué tienen derechos especiales de vivir allí.

Puntos de control visibles, rutas seguras, rondas permanentes, botones de pánico, perímetro verificado, credenciales, identificadores, red de sensores y todas las posibilidades de securización siguen estando abiertas y vigentes. Por cierto, sumar comunidad y academia, pletórica de manos, método y tecnología.

Este es el momento de hacerlo, cuando aún están encendidas las luces, sino pasará lo mismo que pasó con Licantén, con Zapallar o con la pasarela de Dragones, donde tras un par de días se apagaron las luces y ahora sólo nos queda esperar con los dientes apretados los designios de la Divina Providencia bajo la lluvia.

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