Otro nefasto primer lugar: la muerte más rápida de sudamérica


Pasaron sólo días hasta lograr un nuevo y nefasto primer lugar: la primera víctima fatal del tren más rápido de sudamérica. Si, acá en Curicó, en Sarmiento. Quién habría imaginado que aquellos riesgos a los que se sometían los trayectos del tren tradicional, se verían  incrementados con la llegada de otro que ostentaba tal nivel de velocidad. Quién pensaría que aumentar la frecuencia de trenes, aumentaría la probabilidad de incidentes. El problema no es el tren ni los necesarios viajes –por favor, no se escapen de dar el servicio que aún nos deben– sino como pasa eso, gestionando el riesgo apropiadamente o al menos a la par del desafío por velocidades y frecuencias.


EFE es un mal vecino. No solo porque recuerda que tiene que reponer una estación de ferrocarriles 14 años después y tiene el desparpajo de poner la primera piedra a distancia, en Talca. Tampoco por no hacerse cargo de la plaza baño en que se fue convirtiendo aquel espacio suyo que vió descender presidentes y hasta héroes, como Carlos Condell a las 15:00 horas del 5 de julio de 1879. Menos por hacer caja con todo un barrio para salir de las calillas santiaguinas. Las tomas, la pérdida de patrimonio, las otras muertes, los incendios, los rucos y la aberrante propuesta de cruce donde la accesibilidad universal es tan inexistente como la respuesta a tiempo de los sensores de las barreras, forman parte de un cuadro decadente y lejano de aquel soñado anhelo de desarrollo y progreso del siglo XIX.

¿Dónde estará la segunda víctima? Quizá el MOP y la DOH puedan tener una respuesta, no lo dudo. Ya que estamos en días de lluvia, la memoria emotiva nos recuerda aquel 2023 en que nos dimos cuenta de nuestra fragilidad humana y estructural. Por el flanco sur, a falta de las caleteras, de los puentes que nos prometieron y nunca llegaron, la pasarela peatonal era una posibilidad real de algo que parece tan simple, como poder llegar al otro lado de un río o estero. Esa pasarela se la llevó el río. ¿Entonces, la gente dejó de intentar cruzar? Obvio que no: la forma más simple de resolver la inacción de la autoridad que ya va por el año, fue ni más ni menos que usar aquel puente ferroviario para cruzar.

“¿Qué es un puente?” es una pregunta que me gusta hacer, ya que miles de maulinos ven limitadas sus posibilidades de poder pasar de un lado al otro de cauces de agua –algunos vaya que caudalosos, otros casi inexistentes– por el paradigma que incluimos cuando intentamos responder: si un puente debe ser con dos pistas y el concreto suficiente para dar cabida a todo camión que lo desee, la esperanza se esfuma en las aguas del RS. ¿Es posible que un puente simple y sencillamente permita pasar de un lado al otro a cientos de peatones y ciclos o tendremos que esperar décadas (como en El Duraznito o Los Niches) para lograr una factibilidad? En Rauco, los vecinos tuvieron que (re)construirlo solitos.

Quizá MOP y DOH puedan tener una respuesta frente a dónde estará posiblemente la segunda víctima, no lo dudo. Tal como tendrá una para contarnos por qué la comunidad debe terminar pasando sobre un puente ferroviario para pasar de un lado al otro del Guaiquillo.

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