¿Para que estamos aquí? Esa pregunta subyace al oír la última sesión del concejo municipal, bordeando el final, ya que el ambiente se tensionaba entre ir a la inauguración de un evento gastronómico o proseguir con la sesión, ante el inexorable plazo. Finalmente la mesa toma la decisión correcta y continúa el concejo. Continúa solo por unos minutos, ya que la intensa jornada llegó al límite establecido -el que se definió en periodos anteriores- de tres horas como tope, con decisión de continuidad al cumplirse la segunda hora. ¿Por qué no hay tiempo, si tres horas de reunión parecen suficientes?. Porque cada tema -usualmente expuesto por especialistas- es un universo en sí, donde muy válidamente cada edil puede consultar lo que le plazca en su rol democráticamente ganado de representación. De que haya mejores o peores preguntas, falta de preparación en los puntos, verbosidad o lentitud en los planteamientos, eso es otro tema: pero no se puede limitar la necesaria capacidad de indagar, reflexionar o inquirir que tiene esta mesa.
Esta semana había ni más ni menos que 16 puntos propuestos. Realmente eran 17 si incluimos aquel espacio sagrado de Hora de Incidentes. Digo sagrado, ya que si Vox Populi es efectivamente Vox Dei, es allí donde ese “dios” formado por todos constituidos en ciudadanía, se expresa. Matemáticas rápidas y de a 10 minutos por cada punto, de base serían 170 minutos: 2 horas y 50 minutos. ¡Nos sobran 10!, pensaría un optimista, más si no tiene en cuenta las latas presentaciones específicas que incluyeron un detallado reporte especial de Salud, la presentación especial de un Seremi, un reporte trimestral especial y varios temas más, todos muy especiales.
Llegando a los 12 años de esta administración, en lo que se refiere a la elaboración de tablas para la sesión próxima, algo de experiencia se habrá logrado. ¿Por qué sobrecargar entonces con 16 + 1 puntos las sesiones? ¿Era previsible lo que volvió a pasar? ¿Por qué acostumbrarnos como ciudad a que deje de existir un espacio tan relevante como la Hora de Incidentes (que suponemos debería ser una hora)?
Con buen olfato y proactividad, los alcaldes en 2019 activaron la posibilidad de un plebiscito, mucho antes de los tibios congresistas. Esa sensibilidad basada en la cercanía, donde defender la democracia con más democracia era uno de los emblemas de la propuesta, contrasta con la mordaza que por defecto cae sobre las y los concejales. ¿Nos damos cuenta?
Si, a la par, no se debería limitar la necesaria facultad de fiscalizar de los concejales y tampoco se quiere generar tablas con un número prudente y mesurado de temas, no quedará otra opción que habilitar la cuarta sesión del mes. Entenderemos que la idea no es bloquear a los y las concejalas llenando de presentaciones, sino el muy urgente tratamiento de temas. Si así fuese, lo razonable sería definir aquella cuarta sesión quizá solo para temas administrativos más extensos, dando así la opción de oír siquiera esa Vox Dei de cada concejal en las otras tres sesiones. Digo “siquiera” ya que una cosa es lo que uno escucha y otra distinta lo que hace con eso que escucha.
Al rever la cuenta pública pasada, sobre todo del final, surgen varias ideas. Una de ellas, vinculadas a los fuegos artificiales -literal- es la sensación de fin anticipado del periodo edilicio, coronada con aquel “gracias totales”, clásico de final de concierto. Aún cuando estemos al final de este concierto, hay un conjunto importante de pendientes por realizar y otros tantos por proyectar. Se gobierna hasta el último día, eso es parte del juramento. Dejar de oír las voces de la comunidad o comenzar a ausentarse de las sesiones más relevantes va en contra de la palabra empeñada. Ya que los legados están de moda, quizá uno importante sea el de poder oir los temas que llevan los concejales y, quizá, poder hacer algo con ellos. Habilitar una cuarta sesión puede ser la clave para que logre imperar la democracia a nivel municipal.
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