¿Importa?

Cada cierto tiempo nos vuelve el dejavu patrimonial en la comarca. Varias veces ya. El Club de la Unión, El Palacio Oportus, la Escuela Balmaceda, la Iglesia de San Francisco, en fin. Ahora deviene por el incendio del Palacio Avilés a dos cuadras de la plaza. Digo dejavu, ya que el problema con la recurrencia es que… volverá. Y, si no tomamos acciones, volverá a pasar. Hay varias formas de abordar el asunto, pero quiero partir por la del título ya que la considero generadora de todas las demás: realmente, ¿importa?.

Dada la enorme atención pública y comentarios, pareciera que hay algún interés sobre el resguardo patrimonial. Si me lo preguntan, me queda la duda. De partida, por la protección real que tiene el propio Estado por sus propios bienes. Por otros motivos, consulté vía transparencia por las actividades realizadas por la Seremi de Bienes Nacionales en Curicó, en particular en el centro de la ciudad: cero durante el periodo. Los 12 años de la Escuela Balmaceda en ruinas son bastante expresivos. Y los 12 de la Estación pendiente. Y los 12 del hospital pendiente. Y los 12 de…, en fin. Parto así ya que una cosa es la preocupación o acciones que un privado tenga sobre sus propiedades, pero otra bien distinta y ejemplificadora es la que el sector público tiene sobre sus propias propiedades que, a la larga, son de todas y todos nosotros. Da para un post completo, por ejemplo, la discusión acerca del estado de los pavimentos de la ciudad: si, también hablamos de esa preocupación.

Pero por un minuto asumamos que realmente nos importa ese patrimonio. La primera consideración sería entonces establecer un polígono para definir el alcance de acción. La intuición diría que una opción sea el damero fundacional. Por cierto que hay barrios, poblaciones, villas que pueden tener también este valor, pero por la obviedad -y sentido de urgencia- partamos por esa primera definición intuitiva. Sobre ella, tendremos que definir cierta categorización distinta y consignarla, por ejemplo, en el Plano Regulador de la ciudad, una discusión vigente y abierta hoy. Supongamos que lo logramos -notar que de fondo la música que suena es la del valor del suelo, de límites de altura, flexibilidad ante cambios de algo que se aspira a conservar y todos los intereses inmobiliarios y comerciales asociados- entonces el paso siguiente es el catastro de cada propiedad, identificarlas, categorizarlas por nivel de riesgo y establecer sobre ellas los mínimos necesarios para asegurar su existencia o sobrevivencia. ¿Gestionar el riesgo? Derrumbes, problemas de sistema eléctrico, problemas de inundaciones, caídas de árboles, caídas de toneladas de cables, probabilidad de choques, o una eventual reacción ante terremotos -sabemos que vendrá otro siempre- sencillamente no pueden ser una novedad sobre la cual no tengamos claridad acerca de cómo reaccionar. Estos parámetros deberían ser verificables por alguna entidad pública (¿municipio?) con regularidad, de modo de gestionar efectivamente el riesgo en cada propiedad. Si no existe, tendremos que inventarla, porque si: resguardar el patrimonio no sale gratis. Quienes tengan automóvil entenderán lo relevante de poder pasar por la Revisión Técnica como entidad certificadora para mitigar riesgos asociados a cada vehículo, por ejemplo, entendiendo el impacto en vidas que la falta de mantenimiento pueda ocasionar no solo a conductores, sino a la comunidad. Esto no es muy distinto y, en algunos casos, es incluso más necesario y sus consecuencias mucho más graves.

(Si, esta es una especificación de una gestión de riesgos que como ciudad debemos tener. No dudo que en la Oficina de Emergencia deben tener alguna sistematización y procedimientos para actuar ante situaciones tipo, las que por ejemplo implican también riesgos asociados a la naturaleza que esperaría se coordinara también con Onemi y las estructuras provinciales y regionales. No es posible manejar a ciegas).

El camino fácil es nuevamente dejar todo al arbitrio del mercado: esto es un asunto entre privados y que ellos lo resuelvan. Así, el privado que lo desee, en el peor caso, podría incluso quemar su inmueble en caso de requerirlo. [Qué esto no es legal? Vaya, cómo nos limita las libertades el Estado!]. No digo que sea el caso, claro está. Lamentablemente tener propiedades en el centro de las ciudades tiene costos y requerimientos públicos distintos, asociados a ese sustantivo beneficio privado. No podemos aspirar al mismo estándar para una propiedad ubicada alrededor de la plaza de armas que una ubicada en los márgenes de la ciudad. Lo público debe definir márgenes de acción y de cumplimiento.
Si: tener una propiedad en el centro tampoco sale gratis.


Basta de evadir los problemas. El problema no fue la carpa, a lo más fue no considerar la forma rápida de quitar la carpa ante un siniestro, cualquiera sea este. Deberían haber más peatonales y más carpas (ver punto al final). Esa entidad encargada de la gestión de riesgos debería haber detectado o recibido la alerta supuesta frente a lo que ahora vemos como bloqueante a la acción bomberil; claro está que ante la legítima y necesaria instalación de una carpa para peatones y comercios que como vemos, ahora deberemos aguantar el calor cuan moraleja del chiste de don Otto.
El problema tampoco fue la incapacidad de bomberos: es la impotencia frente a construcciones donde arrendatarios o arrendadores no gestionaron apropiadamente el riesgo, sin el debido control de alguna entidad pública o externa responsable de verificarlo. 
Entendiendo que esa entidad pública o externa no existe -no faltará quien no quiera que exista- entenderemos también que seguiremos en el riesgo latente de que vuelva a pasar. Una manzana completa quemada, en construcciones que parecen sólidas por fuera, pero bien enmaderadas por dentro, es un riesgo/escenario plenamente factible.

Pero demos una vuelta más al rol de bomberos. Aún teniendo aportes económicos desde el Municipio, los bomberos no deberían ser los responsables de mantener a resguardo el patrimonio de la ciudad. Siendo última frontera, les cabe ser la opción finalísima ante un conjunto de medidas previas. Por cierto, como decíamos al inicio: si nos importara.

Rasgar vestiduras poco vale hoy frente al que no es el primero, ni será el último edificio que arda. El escenario está desplegado: éste terremoto y los anteriores dañaron el patrimonio local y en varias ocasiones no hubo recuperación, aún en pleno centro. Negligencia de arrendadores y arrendatarios hará el resto si no se toman acciones públicas comprometidas para evitarlo. Por cierto, antes de todo, debemos resolver la primera duda: ¿Importa?. 

PS: Además de no ser el problema la carpa, tampoco lo es que Prat sea peatonal en ese corto segmento. Más allá del incumplimiento de la promesa -la peatonal debería ir desde la estación hasta el Cerro Condell- los siempre motivados en que los peatones paguen los costos de su conducción vehicular deberían parar de vivir con la ya conocida Ley del Burro por delante.

(11)