El Maule siempre sorprende. Ahora fue el turno de un alcalde y su barricada personal. Si no hubiésemos pateado las elecciones, este periodo municipal ya habría terminado el 6 de diciembre. Hago mención a esto ya que lo sucedido luego de esa fecha podríamos entenderlo como esos minutos extra que da el árbitro cuando los dados ya están echados. Es en ese momento cuando el alcalde toma un neumático y comienza su barricada -literal, con un neumático- en la puerta de la CGE en Talca. Dispuso el acelerante sobre el negro caucho, sacó el fósforo y procedió a encenderlo, allí, en el acceso a la empresa. No fue tarea fácil.
Más allá de lo ridículo que pueda sonar este relato, de como se vió la escena misma, o del interés frente a una eventual reelección, esto da cuenta de los brazos atados de lo público frente a un monopolio, como lo es el de la electricidad.
La desesperanza aprendida, en lo que se refiere a la distribución de electricidad en el Maule, se basa en una larga historia. Digo desesperanza aprendida ya que miles de familias han asumido los cortes como lo usual, como un servicio que “es así”. Mi conocimiento y destreza en el Dominó se la debo a todas esas tardes donde quedábamos sin electricidad en Curepto, tal como sigue pasando hoy a lo largo de la costa maulina. “¿Cómo habrá sido la vida sin luz eléctrica antes?” era la pregunta usada para comenzar la jornada de juego, mientras se abría la cajita de madera a la luz de la vela Luminosa que no podía faltar. Quizá la pregunta estaba mal hecha y debió ser “¿cómo será vivir en una comuna donde el servicio eléctrico -por el que cada familia paga- es estable?”. Kilos de cecinas podridas, queso descartado, carne descompuesta, refrigeradores averiados y televisores quemados supieron de esta Calidad de Servicio, no solo en Curepto. Ni pensar en helados, en pleno verano. Esto no es un caso atípico de esta semana, una anomalía en la Matrix maulina, una invención del alcalde que posaba junto a su barricada. ¿Cuán cierto es? Tan cierto que algunas comunas ya cuentan con generadores de emergencia para intentar hacer frente al frecuente disgusto. No fue un problema ocasionado por el terremoto, es una constante histórica.
Antes del estallido, una comunidad se tomó un par de veces el camino, con más de un neumático por cierto. En aquel entonces, una gobernadora les decía que “no era la forma”, antes de que ese concepto se tornara popular. ¿Cuál es la forma en el Maule?. Cartas, oficios o demandas parecieran no lograr un efecto en esto, que podría verse como un simple intercambio entre privados: el distribuidor y la familia cliente. Aún existiendo métodos efectivos de energías “alternativas” para hogares, cambiarse de proveedor suele ser una opción casi imposible. ¿Entonces la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) debe seguir haciendo vista gorda?, ¿Será prioritario para algún congresista o para el Intendente?, ¿La seremi de Energía será ese actor mudo en la esquina de esta escena, mirando al techo? Claro, se logra plenamente ese objetivo ministerial de Eficiencia Energética: ¿Cuántos watts podrán gastarse si llega 0 W al domicilio? Cero: la plena eficiencia.
¿Será que la energía eléctrica es importante para el desarrollo de la región?. Tiendo a pensar que si.
Esta semana y la próxima, seguirá “cortándose la luz” en el Maule. No será novedoso, no tiene mayor valor predictivo. A pesar del disciplinado pago mensual de las familias, seguirá pasando. Poco valdrá el esfuerzo del Río Maule -aportante fundamental en el Sistema Interconectado Central- si se mantiene la calidad de servicio del siglo pasado.
Podremos cuestionar al alcalde y su neumático, lo que no debemos obviar es la ausencia de los 29 alcaldes restantes, donde incluso en las capitales provinciales los cortes se vuelven semana a semana más notorios. Hoy, parte del esquivo poder está en los municipios. Ya vimos en el curso de los años que la SEC y la seremi parecen tener otras preocupaciones. No es necesario 30 neumáticos en la puerta de una empresa o de la seremia, simplemente unir fuerzas en una causa pendiente que evidencia una precariedad más, en el extenso listado de una región acostumbrada -quizá también por desesperanza aprendida- a encabezar los rankings de pobreza en Chile.
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