Dios no negocia

Perder educación cívica y filosofía ha sido un desastre.

Junto al trauma de participación y mercantilización de la democracia —pasando de ser ciudadanos a consumidores— y el vivir “en la medida de lo posible”, hace que olvidemos o de plano ignoremos el lugar que le cabe a cada quien en esto que llamamos República de Chile. Cada ciudadano puede tener las creencias que desee en un país “libre” como el nuestro, más aun si se trata de alguna divinidad (Dios, Alá, Jehová, etc), lo que es muy valioso y a mi parecer, básico en la integralidad del ser humano entendiendo esto como parte del ser más allá del tener. Otra cosa muy distinta es imponer o querer hacerlo, inclusive, de forma no consiente. Otra cosa es comenzar a invertir en vírgenes, cruces o gatitos que mueven la mano con presupuesto público.

Qué penoso resulta ver como la impronta republicana de la que tanto nos enorgullecemos cada cuatro años, se estropea metiendo de puntita en puntita eucaristías y cruces en ambientes públicos donde existe un espectro diverso de fieles de distintas creencias, formaciones y espiritualidad, que encamina hacia una o un par de formas de ver el mundo, dos opciones casi como un par de monopolios (SalcoBrand-Cruz Verde, Santander-Chile, Jumbo-Líder, Falabella-París, Sodimac-Easy, Entel-Movistar, Visa-MasterCard…) en algo que debiese ser de todos quienes cohesionados “en la medida de lo posible” formamos esta <cliché>larga y angosta faja de tierra</cliché>.

Confundir el espacio de lo público y la res-pública con el espacio de lo privado, íntimo y personal que significan las creencias de cada cual, evidencia aquella carencia conceptual agradecida y fomentada por algunos credos que se disputan el mundo de los creyentes. Sin ir más lejos hace un tiempo atrás, cercano a Molina, quedó de manifiesto la confusión que conlleva mezclar los temas de interés público —seguridad y condiciones laborales— con la divinidad. Ahora le toca a Punta Arenas, en donde previo a leer lo que sigue, les recomendaría leer el tono en el que se toman ciertas decisiones, expuesto por La Tercera.

Entendiendo la potencial influencia que tiene este sitio, me permito compartir una carta al director de El Mostrador por Jorge Díaz Guzmán.


Sobre la intervención de la Iglesia en los conflictos sociales
“Cuando las contradicciones entre las personas son insalvables, cuando la racionalidad se está agotando, cuando no existen las instancias orgánicas o cuando se quiebra un Estado de Derecho, es posible, que una autoridad ajena a la institucional, intervenga y contribuya a componer las relaciones, establecer el dialogo y/o actúe como mediador; pero cuando existe un país normalizado, cuando existe un presidente, ministros, congresistas, alcaldes, consejeros y concejales,  partidos políticos y dirigentes sociales, es decir representantes de los ciudadanos y ciudadanas en todo su espectro social, no parece necesario, que dignatarios de instituciones religiosas, filosóficas, chamanes, brujos o hipnotistas tengan que suplir el rol que les corresponde a los ciudadanos organizados y a sus autoridades elegidas democráticamente. Cada cual debe saber asumir su rol, debe desplegar sus habilidades y facultades para resolver los problemas que se generan en el ámbito público.

Es abusivo de parte del gobierno, usar la convicción religiosa para “ablandar” a los ciudadanos, es abusivo aprovecharse de la Fe para doblegar la voluntad o para presionar a diversos actores sociales para que renuncien a sus legítimas aspiraciones

Sin embargo, para el Presidente Piñera y su Gobierno, parece  formar parte de la acción política, la intervención de la Iglesia Católica, en los conflictos sociales y  políticos, donde su equipo de gobierno demuestra incapacidad para  resolverlos. Es abusivo de parte del gobierno, usar la convicción religiosa para “ablandar” a los ciudadanos, es abusivo aprovecharse de la Fe para doblegar la voluntad o para presionar a diversos actores sociales para que renuncien a sus legítimas aspiraciones.

Chile optó hace mucho tiempo por separa el Altar de la Constitución y las leyes (1925), no por invalidar la fe cristiana, ni por cuestionar el rol espiritual de una Iglesia como la Católica, sino por la convicción que el entendimiento y el ordenamiento de una sociedad, se tiene que regir por normas, que sean validadas por los ciudadanos y no por los fieles, por las leyes terrenales y no por las celestiales.

No obstante ello, este gobierno recurre permanentemente a dignatarios y religiosos de la Iglesia Católica para resolver, mediar e intervenir en los conflictos sociales y políticos, demostrando con ello, por una parte, dependencia  religiosa y por otra, incapacidad para implementar diálogos democráticos, debatir en la diversidad, y generar a partir del disenso, espacios de consensos básicos, que permitan el entendimiento entre gobernantes y gobernados.

Es de esperar que el conflicto por el gas, que afecta a la comunidad de Punta Arenas, se resuelva por los canales propios de la democracia y la institucionalidad que el país tiene para resolver sus controversias y no sometiendo a las partes a presiones celestiales y divinas.”

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