El Gobernador Regional nos recordó, durante el lanzamiento de “plan” de buses eléctricos, que a la fecha somos la única región que no parte con este “tema”. No habría mayor problema de no tener como contexto que “Chile lidera la electromovilidad en América Latina”.
En plena campaña municipal, cuando nos vendían a vender espejos, entre ensoñaciones de Smart Cities y batallones de drones, la electromovilidad para locomoción pública también se hizo presente. Decíamos en ese tiempo que no tiene sentido cambiar un motor diésel por uno eléctrico si ambos seguirán estando, a la par, en el mismo taco o teniendo la misma o peor velocidad que un automóvil. Porque esto no se trata solo de cambiar una micro por otra o “gestionar” el transporte, esto se trata de movilidad y varios sistemas que se interpenetran e impactan. Cambiar una micro a electricidad, vapor o energía solar no cambiará en nada la situación de congestión. Es por esto que la mirada de la alcaldía de Linares, alegre por la renovación completa de su flota, es vana si todas las demás variables se mantienen iguales. Porque el problema, favorablemente, no es aquí la contaminación por emanaciones vehiculares, sino la congestión, como síntoma. De esa forma, sí tiene asidero la posición de la alcaldía talquina, donde partieron por definir -¡y seguir!- un Plan de Movilidad Sostenible, ya que se requiere de un conjunto de medidas funcionando en sincronía para lograr, finalmente, ese deseo de mejor movilidad para la comunidad.
Este es el último año del Seremi de Transportes y este “plan” recién podría empezar en 2027.
Luego de 3 Seremis en 3 años, podremos ver cómo impacta esto en la gestión pública. El Gobernador muestra la tardanza, pero no aparecen los fiscalizadores: ¿qué opinan nuestros diputados acerca de la movilidad urbana? ¿qué dicen los partidos acerca del padecer diario en las cabeceras provinciales del Maule? ¿alguna indignación de esa que siempre expresan, acerca de esto? ¿importa realmente?
Curicó, Talca y Linares no pueden ser un espejo de Santiago.
No pueden soñar ni tener Metro.
No podemos tener tranvía, tampoco teleférico, como allá.
No puede haber un aeropuerto.
Además, no podemos tener gestión de primer nivel, liderada –en el caso de la capital– por el mismísimo ministro en persona, donde no parece ofensivo el sugerir y promover, por ejemplo, un metro hasta el aeropuerto.
Así las cosas, este fondo “espejo” –donde nos compensan a regiones por financiar en parte el transporte de Santiago– ha pasado a ser en el mejor caso un triste pedazo de un espejo roto, deforme, sin diseño y, muchas veces, sin sentido alguno. Tenemos que gastarnos esa plata, tenemos que ejecutar ese presupuesto, tenemos que adherir al “plan”.
¿Qué nos queda?
Valorar intensamente este avance: cuando estemos en el próximo taco y veamos más adelante un bus eléctrico pegado en el mismo taco, más moderno, con luces led, con cargador para teléfono, bien pintado, sin ruido y sin contaminación, podremos sentirnos mucho mejor como región. “Hemos avanzado”, nos dirán desde la Seremi de Transportes.
(3)