Desde el Curiyork Bus

Una vendimia tradicional habría sido en la plaza. Quizá con un recorrido acotado alrededor de las cuatro avenidas, sobre la última Victoria, la de don Aliro, la misma de la portada de nuestro libro en esa foto donde toda la técnica -semaforización- hace el llamado no humano a detenerse -luces en rojo- a la par del despliegue de letreros de “se vende”, en el centro.

Tal como el eje fue desplazado con apoyo de las autoridades en su momento desde la misma plaza hacia el Mall o hacia Zapallar, ahora el eje vendimial se traslada a La Granja o, al menos, se extiende entre plaza y granja.

La Granja mostró una vez más su valía, ya más que centenaria. Balmaceda Fontecilla pretendió en sus primeros años -primera década del Siglo XX- hasta un hipódromo allí, lo que no logró concretar. El primer velódromo, el segundo velódromo, la primera ciclovía de Chile, hasta lograr que “La Granja” sea sinónimo de “Curicó”, tal como lo es “la capital del ciclismo” entre otros conceptos. Ese entorno de kermesse estudiantil en la primera mitad del XX, de regimiento de Dragones, de Foot-ball, ahora se yergue como una arena dispuesta para acoger eventos multitudinarios. Nuestro propio Parc del Fòrum (Barcelona), Gunnersbury Park o Wembley Stadium (UK).

Entenderán que para quien escriba un ensayo acerca de una ciudad que transita desde un Curicó a un Curiyork –Curiyork el libro– esto es más que interesante y digno de analizar. Agradezco a la concejala Cheyre -con ojos vividos por Rotterdam- que conectara sobre aquel segundo piso de nuestra mejor copia de LGOC regional con aquel concepto, en la mención del Curiyork Bus.

Ahora bien, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

El lunes tendremos que partir por buscar la versión de la Cámara de Comercio, agrupación a cuyo presidente no le gustan las peatonales, aún cuando esté demostrado científicamente que con peatonales se vende más. Efectivamente, fue exitoso al evitar el comercio ambulante en el centro con el traslado: suponemos que a la par habrá conseguido que sus asociados subieran sus ventas luego de tan exitoso objetivo, siempre tan buscado. Luego de insistir en evitar la vendimia en el centro y la navidad en el centro -no quiero peatonal- quedaremos atentos a su balance.

Otra versión interesante será la del exalcalde Javier Muñoz, que en la guerra armamentista por intentar La Vendimia Más Grande del Mundo, quemó el último cartucho con Pailita. Podríamos estar en la plaza -como hasta pudimos estar incluso con Fito Paez gratis- pero no, su destemple abrió un mundo nuevo que reconfiguró lo posible. Nadie sabe para quien trabaja. No se le vió entre la multitud al multihombre –no es Morales en este caso- que anteriormente se encargaba de enhebrar cada aguja, el consejero García, que, suponemos, podrá tener detalles desclasificables acerca de aquella guerra armamentista.

Quizá la tercera sea la versión más abierta por obtener, la de varios cínicos, que mientras enarbolaban la supuesta defensa de la tradición, hicieron todo lo posible por cambiarla. No tenemos por qué estar de acuerdo con lo que pensamos o creemos. Que Curicó siga siendo Curicó, felices en el segundo piso del Curiyork Bus.
Una de esas expresiones tontorronas fue el desaire a la electa embajadora de la vendimia, a la que excluyeron en un inicio en el lanzamiento de la imagen oficial del evento, con el supuesto interés restaurador de la tradición de la reina. Tenemos que volver a la tradición, decían. Los machos desubicados -tan frecuentes en la agrópolis- prefirieron ir en busca de la última reina, con su periodo ya finalizado, en vez de hacerse cargo de convocar a la representante vigente, la embajadora, que seguía responsablemente asistiendo a actividades de su agenda. Favorablemente no persistieron en su afán, aún cuando ya esté en curso la elección de la reina, quizá recordatorio de que aún esto sigue siendo Curicó y no un Curiyork completo.

Gracias VLN – Radio por documentar el momento.

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