¿A qué hora está comenzando su día?
Como me interesan las historias acerca de prácticas asociadas a la movilidad, había una que me interesó porque se iba repitiendo, acerca de los esfuerzos que se deben realizar en los hogares para lograr esquivar o al menos no ser víctima completa del tráfico. Me parece aberrante la cantidad de veces que escuché la necesidad de empezar el día entre 05 a 06 AM, no por lo descabellado del horario, sino por la distancias que se intentan cubrir, usualmente menores a 5 km.
Y si uso el concepto de biopolítica, ese que habla acerca de cómo el poder puede definir lo que hacemos o no en nuestra vida diaria, entenderemos que aquel momento de comenzar el día, hoy, no necesariamente tiene relación directa con lo que diga uno o varios colegios. Porque el absurdo se nos aparece cuando aquel horario –específico o compartido por varios colegios– sigue siendo precisamente el mismo de años anteriores y, a la par, se sugiere con mayor o menor expresividad, aquel llamado metropolitano del “levántese más temprano”. Esto –lo absurdo de la situación– porque si se tiene éxito en el cometido, se traspasa aquel impacto no sobre los adultos, sino sobre niños y niñas que deberán responder en conjunto fuera del colegio cerrado entre la helada bruma matinal maulina al “y ahora qué hacemos”.
Porque la pésima gestión de movilidad urbana en la Región del Maule está siendo asumida especialmente por dos grupos: niños y niñas en pleno desarrollo –¡madruguen!– junto con los equipos de emergencia –móviles y fijos– que deben dar respuesta rápida a aquel deseo destemplado de movilidad e ira, que ya nos obliga a medir en tasa de muertos por semana.
En el tráfico y movilidad hay poder. Aunque lo cedamos a una máquina –por ejemplo un semáforo– alguien decidió aquella cesión. Cuando lo respetamos, hablamos de poder. Cuando no lo respetamos, también. Cuando uno o varios definen activar la apertura de una vía o el bloqueo de otra, hay poder desplegado. Cuando estimamos razonable gastar miles de millones en una promesa que no se cumple, hay poder. Cuando alguien decide pintar –o no– ciclovías también hay una expresión de poder.
Entonces, cuando el tráfico, lo vial y la movilidad tienen ese efecto individual o colectivo, entenderemos que no estamos solo en presencia de una situación que tanto gustan definir como eminentemente técnica. Esa podrá ser una parte. Posiblemente lo más expresivo frente a esto sea constatar que, para aquella dimensión técnica, esto en varias latitudes dejó de ser un problema. Nuestros tomadores de decisión han estado en esas ciudades donde lograron destrabar esta situación y lo saben.
Es particularmente interesante que esto –muertes incluidas– no sea tema de agenda pública, de las seremías, universidades, gremios o partidos, aún cuando afecte directamente, en cada mañana, a miles de familias en la región. Porque como hemos visto, no es sólo Curicó donde aplica hoy esto. ¿Ponemos a los niños primero? Ya lo estamos haciendo: a levantarse primero.
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