Por más que las cifras sean alentadoras en aquellas mediciones acerca de baja de la delincuencia regional y provincial, desde las agrupaciones de ciclistas urbanos no logramos sentirnos seguros. Y no se debe a que en estos momentos sea el Hospital de Curicó el que esté abordando la problemática vial en último término, donde aún realizan esfuerzos por las vidas de don Juan Muñoz o Fernando Ramírez. Ambos, don Juan camino a Tutuquén y Fernando camino a Los Niches dan cuenta de un entorno que, insistimos y seguiremos insistiendo, es particularmente inseguro para ciclistas y peatones. Decimos que no se debe solo a esto, sino además por la desalentadora realidad estadística que, como ya dijimos en este mismo diario en 2023, debe impactarnos en el fallecimiento de un ciclista.
Es entendible que el bombardeo diario por la televisión capitalina nos haga creer que hay una alta probabilidad de morir en el espacio público siendo víctima de un homicidio. Al contrario de esta creencia, la verdadera amenaza tiene 4 o más ruedas, donde los siniestros viales con resultado de muerte triplican en el caso de la Región del Maule a la cifra de homicidios consumados (183 versus 52). Si bien esta cifra es del año 2023 -no sentimos mayor culpa al dar datos del año pasado cuando sabemos de megaproyectos multimillonarios se deciden con datos de hace más de 10 años- en los datos de hace algunas semanas seguíamos siendo la segunda región a nivel nacional con mayor cantidad de muertes en siniestros viales en Chile o, como le gusta plantearlo a una universidad, somos la primera de todas las regiones en muertes en siniestros viales, luego de la Metropolitana.
En diciembre morirá un ciclista en Curicó. Eso dijimos en 2023 y pasó.
¿Qué pasó luego, en este año 2024? ¿Hubo algún cambio o priorización de la seguridad vial? ¿Los peatones y ciclistas primero? ¿Aumentos en la nula inversión pública?
Así las cosas, volveremos a tener obituario asegurado.
Será asunto de tiempo y lugar, aun cuando hay algunos lugares más probables que otros, como bien sabe la SIAT y el MOP.
La música del discurso antidelincuencia es ampliamente conocida. Quizá por lo mismo fue más simple de bailar por quienes optaban a alcaldías y concejos en los distintos municipios. Podíamos adivinar un conjunto de prioridades bastante más atinadas para varios de ellos, pero el discurso que más pegaba era el ya conocido. Y aún cuando la muerte en siniestros viales se acerca a cuadruplicar las muertes por homicidios consumados por acá, las propuestas en torno a seguridad vial se alejaban de aquellos primeros lugares de interés municipal. ¿Quién lo debe abordar entonces? ¿Debemos ser los peatones y ciclistas los que salgamos a pintar los pasos cebra y ciclovías? Si toda una orgánica pública -municipal y de gobierno- no logra hacerse cargo, entenderemos que el mensaje es ese: véanlo ustedes, sálvese quien pueda. Distinto es si se trata del auto: ¿necesitan un nuevo camión bacheador?, ahí está. ¿Necesitan un bypass?, ahí estará. ¿Apertura de calle?, ahí estará.
¿Entonces, debemos sentirnos seguros como ciclistas o peatones?
En diciembre al menos no.
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