Ciudadanos del norponiente plantaron árboles en los hoyos del camino –hermoso gesto– mientras un anuncio prometía que en 50 días era posible tapar todos los hoyos de la ciudad. Esto puede recordarnos a París, donde durante los últimos años han intensificado sus esfuerzos de conversión de espacios otrora vehiculares por entornos donde la comunidad puede compartir y vivir la ciudad, jardines, parques, plazas, en fin. Porque, según hemos visto en otras latitudes, varias de sus decisiones no logran coincidir con los destinos que nosotros tomamos como ciudad.Hemos planteado acá en distintos momentos temas vinculados con la movilidad y transporte, con foco en la ciudad. La movilidad, así como la gestión de agua lluvia, algunas tramitaciones, fiscalizaciones y otros contextos, son expresivos de la crisis de crecimiento por la que estamos pasando como ciudad. Los hoyos, veredas, ciclovías y pavimentos son una expresión de esto también. Entonces, pensamos, qué mejor momento para sostener conversaciones acerca del futuro de la ciudad que cuando debemos optar entre diversas miradas para los próximos 4 años, o eventualmente los próximos 8 ó 12 años más.
La discusión en torno al crecimiento ya nos excedió, quedando hoy sólo opción de intentar gestionar aquella expansión. Si teníamos alguna duda acerca del fin de ese Curicó de los ‘60 a los ‘90, démonos por comunicados de aquel desacople, eso a lo que podríamos identificar como un Curiyork desplegado. Para ahondar en este estado de las cosas pronto compartiremos un libro con el título de esta columna, Curiyork: una ciudad moderna. Comenzaremos por recordar cuáles fueron las distintas miradas acerca de la comarca desde mediados del 1700 hasta mediados de 1900. Nos haremos la pregunta acerca de si Curicó avanzó o no. Presentaremos algunas claves de este desacople desde Curicó a Curiyork y cuáles son los desafíos acerca del futuro, donde los hoyos son una de las tantas posibilidades. ¿Cuáles posibilidades elegiremos como posibles? Es parte de las preguntas que nos interesa abrir, entendiendo que nos afectará a todos, queramos o no.
Solo para motivarnos, recordemos que quedan más de 50 días donde podríamos evaluar si aquella promesa es o no posible, ver cuánto podemos parecernos a París u otra ciudad, no se si plantando árboles en la calle o al menos evitando eliminar esos quijotescos que nos van quedando por ahí.
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