Siniestros viales: conflicto entre privados

Qué fácil se nos da tomar distancia. El palco, las cabritas y una buena charlina para ver de lejos eso que nos afecta directamente. En el caso de los siniestros viales no es distinto como podemos constatar por simple inspección.
No está en mi alcance. No es de mi incumbencia. No tengo potestad. Son algunas de las reacciones frente a la pregunta de qué hacen los municipios por intentar disminuir la cifra de muerte que les afecta directamente en sus comunas. Y así, este tipo de eventos van pasando a ser conflictos entre privados, uno más entre los cientos que puede haber. ¿Qué cómodo, no?


Recuerdo cuando estábamos en pandemia cómo nos lavábamos las manos, incluso instalamos estanques en plazas y barrios, nos pusimos a regalar mascarillas y hasta cambiamos líneas de producción para producir alcohol gel: no lo tercerizamos, nos hicimos cargo ya que, en ese momento, entendíamos plenamente el riesgo que teníamos individualmente y como comunidad. Todos estábamos en riesgo inminente. Pues bien, ahora sin Seremi de Salud que nos de datos en formato matinal, tenemos allí en las calles y vías el mayor riesgo de morir Chile, luego de la Región Metropolitana. Si, aquí, en este Maule. Sin Seremi de Economía que nos entregue la cuenta, desconocemos el impacto económico que esta tercerización –”porque no depende de mí”– de responsabilidad tiene por los bloqueos de rutas productivas, por los años de vida (laboral) potencialmente perdidos, por “accidentes” de trayecto con diversos niveles de gravedad, en fin, toda esa cadena de perjuicio que ni nos importa medir.

Marzo, abril y mayo. Tres ciclistas muertos, uno por mes en Molina. ¿Y cómo tendría que estar quien toda su vida ha usado la bici para movilizarse en esta comuna? ¿Con un temor similar al del Covid? El Covid al menos tenía un intento de vacuna, en este casi ni llevando casco o chaleco hacemos frente a la velocidad sin control o a la desatención aún guiando toneladas. Ahora hasta a los postes les tenemos que poner su chalequito reflectante con la esperanza de no dejar barrios completos a oscuras en el próximo choque. Es allí, en ese contexto donde resulta ensordecedora –por su silencio– la postura de varios alcaldes y alcaldesas –como las de Molina o Teno– que prefieren mirar al techo cuando mueren peatones o ciclistas. Esto, lejos de ser un dilema administrativo, golpea directamente al fin esencial de la democracia: representar a la comunidad que definió una mayoría.

Esa probabilidad máxima nacional de muerte no apareció por generación espontánea, fue el resultado de uno tras otro de los que fueron “perdiendo la vida”, con contribución desde las diversas comunas maulinas. Este año fue Curicó y San Javier según presentamos en el estudio del Observatorio para la Bicimovilidad con datos 2023. ¿Quién será el próximo año? ¿Quién encabezará el nefasto ránking aún sabiendo de las cifras que ya vemos en acumulación?

Mientras diseñan el próximo dinámico live para subir a redes sociales, compartimos esta inquietud a quienes encabezan esos supuestos liderazgos comunales, validados por comunidades que les encomendaron hacerse cargo de la comuna, no tercerizar la responsabilidad haciendo pasar esto como un nuevo conflicto entre privados.

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