La baja cifra de homicidios en el Maule: calibrando el miedo

Quién lea este título pensará lo aberrante que es considerar como “bajo” un indicador que  como sociedad, únicamente debiésemos darnos por satisfechos cuando llegue a cero. Hemos aprendido que, si de homicidios se trata, debemos tener la más alta consternación pública, como la que hemos visto pasar en los últimos días incluso de honorables diputados y senadores. Porque a ese nivel llega esta situación, incluso a inquietarles.

Profundicemos un momento en las cifras. Según la información oficial -asumamos que la fuente que todos estamos viendo es el Informe de Homicidios Consumados 2023- en base a su mirada amplia del asunto, deberíamos preocuparnos especialmente de las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta y Atacama. En ese orden. Extendiendo el razonamiento, según los datos, las siguientes regiones que requerirían de preocupación debiesen ser Valparaíso, Metropolitana, Biobío, Coquimbo y Magallanes, para luego, en la décima posición –si, 10– llegar al Maule. Fue un total de 55 asesinatos, 3 más que el año anterior. Entonces, volviendo al título, eso de bajo o alto entenderemos que dependerá de lo que tengamos para comparar. Si comparamos con Arica, será bastante bajo, si comparamos con Ñuble, será alto. Lo concreto es que en la posición general, según lo visto, como región estamos en el lugar 10. Así, hasta puede tener sentido esa frase-deseo donde nos dicen que somos una de las regiones más seguras del país.

Ahora bien, si comparamos estas cifras con eso que varios prefieren ignorar -incluso los honorables diputados y senadores- como lo es la cifra de muertes públicas, en espacio público y común, en Siniestros Viales, no podemos considerarlo comparativamente como “bajo”… ¡es bajísimo! Veamos. Eso que algunos ven como “accidentales accidentes” de tránsito -aún con drogas en el cuerpo y aún yendo a mil por hora- con resultado de muerte más que triplicó a la cifra de homicidios en 2023. Fueron 183 muertes en las calles y vías de la Región del Maule. Si, la comparación es de 55 homicidios versus 183 siniestros viales. ¿Y qué nos pasa con eso? Efectivamente, nada. O eso parece luego de ver cuánta acción hay desde las delegaciones presidenciales o secretarías regionales ministeriales. O desde el mismo Congreso Nacional. Debemos recalibrar entonces el miedo regional y comunal: el riesgo aquí no son las armas cortopunzantes o los balazos, sino los aceleradores y motores. ¿Por qué debería consternarnos menos una muerte en tránsito que una por un homicidio? ¿Es que una vida importa menos que la otra? ¿El sufrimiento de las familias y cercanos es distinto o menor, acaso?

Hoy, en el Maule, la probabilidad de morir en este espacio público y común es la segunda más alta del país, sin cuchillos, sin revólveres. El nivel de riesgo de salir a la calle y no volver, en el Maule, es casi más alto que en cualquier otra región, especialmente para peatones y ciclistas. Y ahí, en ese nefasto ranking, Curicó destaca junto a San Javier. ¿Y de qué forma expresan nuestros abnegados congresistas su máxima preocupación? Algún día lo sabremos. A nadie se le ocurriría subvencionar a maleantes, carteles o delincuentes, menos con inversión pública. Al contrario, todo un sistema de tomadores de decisión persiste en financiar obras donde la velocidad es prácticamente ilimitada, verdaderas pistas de carrera donde aquella probabilidad de morir no tiene cota. Ojalá que, tal como en las cifras de homicidios, algún día la consternación nos alcance para exigir que la única cifra aceptable de muertos en siniestros viales sea cero y actuemos (decidamos) en consecuencia.

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