Retención estudiantil y locomoción: Transpórtenos señor le rogamos

Una de las controversias de la pasada elección fue el cambio de destino de los votantes.
Temerosos candidatos veían como sus adherentes no podrían llegar a las mesas a las que habían sido reasignados. Gran descubrimiento: hay lugares cuya locomoción tiende a cero o de plano es nula. Locomoción “pública” como le decimos. Enmendado el error de georreferenciación, lo demás se salvó como en cada ocasión: viajes “especiales” hasta con fotos y orgullo desbordado por el éxito de la medida en más de 100 trayectos. Obviando el usual acarreo, volvió la tranquilidad. Pues bien, como lo especial siempre escasea -es que sino no sería especial- eso que parecía un derecho el domingo, se esfumó el lunes en la ya bien asumida realidad. ¡Vaya!, en plena discusión acerca del Contrato Social, aquella subsidiariedad debió ser parchada frente a un mercado indolente. La última vez que visité un campus universitario en Curicó -en la previa a la pandemia- me sorprendió ver cada espacio posible usado como estacionamiento por su comunidad. A metros fuera de la comarca. Tanto quizá, como el reclamo que apareció hace unos días, de un padre preocupado por multas al auto de su hijo por estacionar mal frente a otra institución, dentro de la comarca en este caso. Hagamos la pregunta: ¿le debería importar el transporte de sus estudiantes, a una Institución de Educación Superior (IES)? Si aceptamos que el transporte es un factor a tener presente en la retención estudiantil, la respuesta debería ser afirmativa. En DAEM Curicó consideran que sí, por eso contratan buses para movilizar estudiantes de secundaria. De hecho algunas instituciones de educación terciaria tienen esta opción hace décadas. ¿Cuál es la respuesta desde el mercado del transporte?

Ahora, en el caso de Molina, su alcaldesa anunció en una entrevista radial que habilitarán un bus -especial- para los estudiantes de terciaria, que en horario vespertino no tienen transporte “público” para volver a casa. El mercado respondió con el conocido “no”. Varias instituciones con un “vea usted cómo lo hace para llegar”. Un municipio acudirá a subsanar aquello que el mercado decide racionalmente no abordar. (No es un caso aislado, en los municipios de Las Condes y Talca ya disponen de buses gratuitos, eléctricos incluso). Al hacerlo, Molina contribuirá positivamente a disminuir el flujo vehicular en la comuna vecina, bajando costos para familias, disminuyendo riesgos de “accidentes” de tránsito, mejorándole la probabilidad de retención a las IES, en fin, un círculo virtuoso. ¿Cuál es la respuesta de la ausente Seremía de Transportes? Porque cada calmante que inyectan luego de oficios y presentaciones públicas, no logran concretarse. Y si de inyecciones hablamos, ¿cuántos miles de millones de pesos inyectamos año a año como contribuyentes, a ese mercado que nos responde racionalmente con un “no”? Molina no es la única comuna vecina que forma el Gran Curicó y cuya matrícula en IES impacta en la comarca. ¿Rauco, Romeral, Teno, Sagrada Familia se motivarán a hacer lo propio? ¿Curicó mismo? ¿Las IES ven en el transporte de sus estudiantes un asunto relevante de atender? ¿Cuántos vehículos de estudiantes de educación superior circulan a diario, presionando el flujo en horarios peak? ¿Comparten el auto siquiera?
Si todos somos iguales –como nos gusta escribir en nuestras constituciones– los estudiantes conductores deberán saber pagar sus multas, tal como los padres de estudiantes de secundaria que alegan por ser multados por abusar del espacio público. Distinto es asumir con soltura que a los mercados -transportes y educación superior- no les importa esto, por lo que otras opciones deberán emerger para subsanarlo, esperando que aquella Seremía -aún en modo subrogante- no sea nuevamente una traba ante una misión que no resolvió, consistente con un ministerio al que sólo le ha preocupado lo que pasa en la Metrópoli.

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