11 años

Henos aquí, en un nuevo aniversario de ese fatídico 27 de febrero de 2010. Ya van 11 años desde que volvió a desfigurarse el rostro de la ciudad y, como hemos visto, la cara nunca volverá a ser la misma.
Quizá esa lección ya la tenían aprendida las antiguas generaciones que vivieron y vieron ese 1985. Ambas fechas conectan, no sólo por que una concretó la tarea pendiente de la anterior, sino también por la frágil gestión de riesgos a nivel comunal, provincial, regional y nacional, en ambas.
Aún cuando los terremotos no se puedan predecir, sabemos que en 2034 será un buen momento para estar alerta. Mucho antes que eso, esperemos que exista esa robusta gestión de riesgos. Tendremos un megasismo, querámoslo o no.
¿Qué haremos cuando vuelva a pasar y después de eso?.

Habiendo internalizado en esta 11ª conmemoración -mucho más que en 2020- lo que significa una pandemia, volvió a aparecer a diario el pendiente de más de una década: el Hospital de Curicó.
Mucha tinta hemos gastado en mostrar cómo el ego, la testosterona y las jugarretas políticas ladinas frente a toda la ciudadanía, fueron retrasando año a año un proyecto priorizado como el primero por lograr, en aquel Plan de Reconstrucción.
Imaginamos que ese plan quedó empolvándose en alguna estantería, junto al orden de prioridad.
Cada nueva visita inspectiva ministerial, arrojó una nueva promesa que no se cumplió, mientras seguimos estando cada cierto tiempo al borde del colapso asistencial. Una de esas promesas, hablaba por junio de 2020 de una apertura parcial.
Tampoco pasó.
El mayor logro de todo un vigoroso y aceitado sistema político fueron 12 camas. Suena brutal, quizá más crudo y directo: ¿a cuánto asciende el poder de nuestras autoridades?, a lograr 12 camas.
Misma priorización regional al recibir las primeras vacunas, a pesar de que no podemos darnos el lujo de parar la agricultura (SIC).
¿Será que el potencial de reconstrucción tiene que ver también con el poder público que se ostenta?

Quisiera en esta oportunidad sumar un actor relevante si es que hablamos de poder. Con disímil resultado hemos podido ver que se fue desarrollando la recuperación de arquitectura religiosa local. Algunas comunidades lograron una recuperación bastante ajustada a la anterior, otras con algunas adaptaciones y un importante conjunto aún sigue pendiente. Curicó bien sabe de esto, con un par de casos de manual, acerca de cómo perder patrimonio o tiempo para recuperarlo.
En tres pendientes a nivel regional creo que se condensa el asunto: en la Iglesia San Francisco, en la Iglesia del Carmen y en la Parroquia de Curepto. La primera, donde además del terremoto debió soportar un incendio y una gestión plenamente cuestionable de reconstrucción.
La segunda, con un prontuario intenso que hemos visto pasar en estas hojas.
Y la tercera…, quizá para la tercera la imagen que podamos asociar sea la del silencio del tiempo, que pasó y pasó mientras crecía el árbol del señor Trivelli.
¿Huenchullamí? Otro orden de magnitud.
Me parece importante traer a la memoria este pendiente no por una cuestión espiritual, sino por el compromiso de sus dueños en mantener obras que los exceden, que son parte de la comunidad y de su patrimonio, muchas construidas con el esfuerzo y mecenazgo local. Un par de días de entrada del Musei Vaticani podría haber ayudado dentro de estos 11 años. Entendiendo el valor local y el poco cariño del dueño, quizá una opción pueda ser la entrega a la comunidad, comodato o la venta para alguna acción que ponga nuevamente en valor aquello que no deja de ser un símbolo local. ¿Qué mejores espacios para un museo por ejemplo?

Qué podríamos decir de esa escuela que ostenta el flamante título de Monumento Nacional. Miremos el reloj y esperemos a que algún privado intercambie todo un patrimonio histórico centenario por algunas monedas de oro. Quizá esa sea la metáfora que cristaliza este periodo de abandono de lo público, por su propio patrimonio.
EFE podría hablarnos de ello.
¿Ya pudieron apreciar la singular reconstrucción de la caseta de Camilo Henríquez?

A diferencia de los aniversarios anteriores, este tiene una componente distinta: se desarrolla en pleno tiempo de elecciones. Salvo algunas excepciones, los tomadores de decisión siguen siendo los mismos que acarreamos desde aquel 2010 y antes.
Como seguir haciendo lo mismo augura similares resultados, creo importante sumar a la reflexión previa al voto, la del real impacto de esos tomadores de decisión en el penoso avance que hoy, a once años de aquél terremoto, vemos.

La foto: imagen de la Torre Entel, de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, creada luego del terremoto de 1960 para entregar infraestructura de telecomunicaciones… que no tuvimos en 2010.

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