Tras cada elección se reabre la discusión del Voto Electrónico. Con el paso de los años y elecciones, podemos ver que sobran dedos para contar los países que actualmente lo han implementado: E.E.U.U., India, Bélgica, Brasil, Estonia, Filipinas y Venezuela. A su vez, entre quienes lo implementaron y terminaron volviendo al sistema en papel se cuentan Reino Unido, Irlanda, Holanda, Finlandia y Alemania, siendo declarado inconstitucional en este último.
La vulneración del secreto del voto (incluso a distancia), analfabetismo digital (exclusión) y cerrar la posibilidad de verificar el proceso únicamente a integrantes de nuestro gremio, son solo algunos de los puntos a considerar, frente a un sistema tradicional, en papel, de amplio conocimiento y aceptación, con voto secreto, verificable por cada ciudadano en cada conteo a viva voz y con resultados en horas.
La tecnología puede abrir oportunidades notables para fortalecer la democracia, sin duda. Desde la transmisión online de las sesiones de concejos municipales en cada comuna, de comisiones del parlamento, difusión de acciones de transparencia activa y pasiva o interacción casi directa entre representantes y ciudadanía. Muy distinto es dejarse llevar por la premisa de que la digitalización de todo proceso sea siempre deseable.
No intentemos reparar algo que funciona, pongamos el esfuerzo en lo que sigue pendiente.
Profundizar en entrega de datos a nivel territorial, por mesa, de gastos de campaña, fortalecer acciones de apertura de datos eleccionarios sumados a los ya existentes, parecieran ser algunas de las acciones a desarrollar de modo de completar un sistema eleccionario que al fin de cada elección es motivo de orgullo para la República.
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