Y como siempre pasa, no nos damos ni cuenta cuando ya se fue otro periodo municipal. Elecciones en 2012, inicio en 2013, 2014, demandado 2015 y judicializado cierre en 2016. Estos cuatro años han pasado volando en la comarca. En general, algunos creativos han postulado incluso que los periodos edilicios deberían ser únicamente de dos años: el primero recién llegados de la elección con la impronta de cambios y el último, donde desatan campañas o por si o por su coalición para intentar obtener el periodo siguiente. Los dos años del medio… bueno, como los hijos del medio.
Durante este periodo y como nunca, se ha visto por una parte la presión de parte de la ciudadanía y por otra la decadencia de la mesa tanto por acciones como por omisiones. La formalización ya es noticia nacional y desde luego el que sea el poder judicial el que pone coto y no la propia alcaldía, también. Bueno, seamos justos, no es el poder judicial de donde nace la alerta, sino de un grupo de ciudadanos que logra que el poder judicial tome parte, aun a regañadientes.
Las malas costumbres logradas tras años de reelecciones y el afinado conocimiento de la máquinita, nos pasan la cuenta ahora y nos sorprendemos como ciudadanía. Con todas sus letras: este periodo pasará a la historia como uno de los más nefastos de los que se tenga memoria en La Agrópolis.
El escenario para el alcalde durante este último año está entre dos opciones. Sin contrapeso en la toma de decisiones, el alcalde queda ante dos posiciones posibles 1) posición mejorada al menos al momento de tomar decisiones frente a concejales acusados y en pleno proceso judicial, que aspiran a apoyo superior; o bien 2) posición peor a la anterior con concejales intentando tirar al barro al único que hasta ahora aparece indemne en un proceso que dará para largo. Esto, a través de negativa en propuestas a la mesa o bien en la propia calle.
Sabemos que al menos uno ya tiene la decisión tomada hace rato.
La situación no tiene cómo mejorar, menos cuando ya van surgiendo candidatos. De aquí en adelante lo que se enfrenta es una elección en algunos meses más. Aparte de una ciudadanía globalmente empoderada y hastiada, los propios candidatos con ganas de lograr uno de los futuros cupos de la próxima administración, tendrán argumentos de sobra para mediatizar las diversas demandas incumplidas que ahora se coronan con la formalización. Tendrán espacio para ir creciendo durante el año con una ciudadanía permeable pero incrédula, sobre todo en el votante joven. Los vejetes conservadores seguirán votando por un arquetipo ya inexistente de la reforma agraria y los otros seguirán votando por quien les digan. Será central -era que no- la mediatización de la demanda, la irrupción de nuevos medios y sobre todo de nuevas radios en una comarca que es seducida por los “uyuy”, “meta copete” y tal.
Aun cuando se haya reservado para el año final la inauguración de algunos hitos, las asignaciones por montón en cada sesión municipal e incluso la apertura de una farmacia municipal, lo cierto es que han pasado 3 años en los que, a lo más, se han destacado intentos por cambiar conceptualmente al Cementerio Municipal y, por supuesto, fiesta, fiesta y fiesta. Las obras a medias continuaron ahí: los pendientes del Plan de Reconstrucción Sustentable siguen ahí, la falta de hospital sigue ahí (ahora frente a la muestra patente de factibilidad dada por la mole de Inacap), el cierre de escuelas sigue ahí, el Cerro Condell sigue ahí, …, y ahora se suma el cuestionamiento a la clase política en su conjunto pero con énfasis en nuestros concejales viajeros.
Los manotazos de ahogado no podrán vencer la memoria de Google y el recorrido a los escasos hitos realmente propios que nos dejan estos cuatro años.
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