Desde hace un par de años pertenezco a la Corporación de Patrimonio Marítimo de Chile. Esta entidad se ocupa de mantener el patrimonio marítimo nacional, protegerlo y difundirlo a través de acciones museológicas que permitan el acceso a la ciudadanía en general. Uno de los proyectos más conocidos de la corporación es la réplica de la Esmeralda en Iquique, que cuenta con un museo en torno al combate naval de Iquique en su interior.
Este año pude estar en su aniversario anual, en el Museo Naval de Valparaíso,
donde presentó Carlos Lastarria una exposición notable sobre Valparaíso y la vida del mar en Chile. En un extenso pero motivador relato don Carlos recorrió un intenso pasado compilado no sólo desde la mirada chilena de nuestras costas y su vida, sino también de las fuentes que fueron generando aquellos viajeros que se asomaban por estas latitudes.
¿Y por qué?. Hace algunos años caminando con la Pame por la costa del Maule, me parece que fue 2008 o 2009, vimos el Faro Carranza. Luego de no poder ingresar por carretera -gracias vecino- dimos una larga caminata desde Loanco, caleta cercana al faro y desde donde llegamos a pesar de la niebla intensa. Desde ese momento comencé a buscar, buscar y buscar, logrando levantar la sección de Faros de Chile en en Wikipedia donde he podido agregar los más importantes y que se cruzan en gran medida con los faros tradicionales (actualmente el concreto ha dado paso a la fibra de vidrio, lamentablemente).
Si, hay un patrimonio arquitectónico y cultural en torno a los faros que data de mediados de 1800 y se ha mantenido hasta hoy. El aporte del servicio de señalización marítima permitió securizar la costa sur del pacífico, clave en el transporte e intercambio comercial interoceánico sobre todo previo a la tecnologización de la navegación. Mientras cruzar por el sur de Chile en tiempos de un inexistente Canal de Panamá era una proeza, la red de faros logró abrir un camino utilizado hasta ahora, dando seguridad, soberanía y guiando en el sur del mundo
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