En su edición de esta semana, la revista Qué Pasa ha titulado en su portada “Dime dónde estudias y te diré cuánto ganarás”, insinuando la relación directa entre carreras, instituciones e ingresos. Inquieta la forma en la que se presenta esta la información desde su Editorial, como si los adalides nos protegieran de un estado de ocultamiento de las cosas, lo que no deja de llamar la atención, punto que abordaré al final de este post.
¿Cuánto ganaron o cuánto ganaremos?
Cabe señalar que existe aquí la falsa visión de futuro ya que son solo datos pasado, tal como hemos podido ver desde hace varios años en el portal futurolaboral.cl que en cada versión aumenta la información expuesta tanto en calidad como en alcance, cuidando de exponer la visión global por carrera y no la publicación por cada institución. Si bien la palabra “futuro” no es afortunada, se expone claramente que tal información responde a una revisión histórica, de la que incluso adolece la publicación de la revista, al no contar con tendencias que expongan cuál es el comportamiento de la curva, lo que reafirman con lo de “la fotografía del mundo real”. A pesar de que como sabemos, las fotografías simplemente son un plano limitado y reducido de un todo que aquí no se expone.
Problemas de interpretación en ámbitos transparentes: monos con navaja
El reportaje por desconocimiento o sencillamente dolo, insiste en mostrar la información como un oráculo de lo que se viene, la soteriológica revista que salvará a cientos de estudiantes que elegirán por vocación, intereses u otros factores y no por los ingresos futuros, sin mostrar que nadie tiene la certeza de que los mismos se mantendrán, subirán o bajarán.
Se desconoce aquí el avance que se ha tenido en transparencia e información desde el año 2006 con la promulgación y puesta en marcha de la Ley de aseguramiento de calidad de la Educación Superior. Esto, sumado a la Ley de Transparencia si bien da potencialidad al acceso a datos, tiene acompañada la responsabilidad de quien publica de entender la información y los supuestos que tuviese en caso de haberlos.
Ya nos quedó claro lo que puede pasar con información veraz en manos de quienes no pueden interpretarla apropiadamente en el caso del “estudio” presentado a los medios por el Consejo Para La Transparencia y el guatazo notable en el suelo frente a afirmaciones absurdas que contiene el “estudio” y que fueron expuestas por el Consorcio de Universidades del Estado de Chile (CUECH) en su aclaración.
Quién debiese publicar
Las instituciones debiesen conocer la información de empleabilidad e ingresos por sus propios medios –inclusive como medida de sus procesos o de control- mas allá de que el Estado pueda, o mejor dicho por ley, tenga la responsabilidad de obtenerla. La mano invisible debiese entonces privilegiar, en un mercado “competitivo y vigoroso”, la exposición de este tipo de información y otra tanto o más importante como para analizar la real situación de los temas de más cercano plazo y, por lo mismo, quizá más importantes. Por ejemplo, entre conocer un supuesto “salario futuro” versus saber si la institución cerrará sin lograr siquiera una titulación del estudiante –¿dónde habremos presenciado algo así?- me parece más importante lo segundo, dado que pone cortapisas a un futuro posible por seguridades que se asumen como básicas al momento de postulaciones. Que aun haya instituciones de educación superior que no entreguen su información debiese preocupar aún más que la propia empleabilidad, toda vez que se presentan como cajas negras en donde todo puede pasar. Siguiendo con el punto, el argumento de que el mercado debe regularlo el Estado -dando transparencia a la opacidad- además de ser un despropósito en el sentido de la transparencia de instituciones que se dicen “públicas” o “con fines públicos” aun cuando respondan a lógicas privadas, deja de manifiesto la necesidad de más y mejor información del sistema, algo que como puede desprenderse del estudio, algunas instituciones privadas no cumplen, limitando la propia información estatal que se solicita.
Los estudios de empleabilidad e ingresos debiesen formar parte de todo portafolio de análisis institucional, en el caso de que ya no fueran parte (obviamente algunas deben tener la información recopilada por iniciativa propia) la que desde luego podría usarse inclusive en publicidad. Cabe aquí reflexionar entonces en qué detiene a que las propias instituciones no publiquen su información de ingresos. ¿Porqué no querría una institución revelar la información?, ¿cuáles serían las consecuencias y distorsiones en un mercado bombardeado por publicidad?, ¿sería acaso más importante el ingreso que la vocación e intereses?. Quizá una explicación pueda ser: por que las instituciones, a diferencia de la revista, si entienden el significado de esta información y su contextualización.
¿Qué pasa si se reordenan los datos por tipo de colegio en vez de ingreso?, ¿Qué pasa si se desagrega el tipo de colegio a municipal?, ¿Qué pasa si se agrega la perspectiva regional?. Estaremos de acuerdo en que, en la búsqueda de una exclusiva frente a la competencia –ver la información aparecida en la competencia de medios de El Mercurio– la revista no realiza mayores análisis a la información que lo entregado oficialmente.
El incierto futuro, la única constante
No es posible tener la certeza que el editor exige en su llamado a la transparencia, ya que, más allá de la suerte de predictibilidad asociada a promedios –recordar eso de que si mi vecino tiene dos autos y yo no, yo tengo en promedio un auto- o mejor dicho rango de promedios, desconoce que la única constante en el mundo es que todo cambia. Por más que los ingenieros en minas sean top hoy, absolutamente nada -ni esta publicación en prensa- asegura su prosperidad futura a 6 años plazo. Entonces, ¿la decisión será gatillada por Qué Pasa o por el propio auto-estudio del postulante y sus capacidades e intereses?. Siempre será necesaria información para tomar mejores decisiones, pero distinto es asumir que nada cambiará.
Es razonable cuestionarse cuánto distorsionaría al “mercado” dar la señal de “estas son las carreras-instituciones donde puedo ganar más” o “estas otras no debo elegirlas” teniendo como único parámetro el salario, dejando de lado temas de fondo como el de la *calidad* de la carrera e institución. El capital cultural, las redes sociales, los almuerzos dominicales, la ciudad y el colegio top podrían sacarse de la ecuación por un postulante ingenuo que piense que hay relación directa entre carrera-institución y empleabilidad e ingreso asegurado. Simplemente puede convertirse en otro espejismo de la educación superior, tal cual como el que hizo caer a los que creyeron que el “ven a ganar, ven a triunfar, una carrera te espera” expresado en miles de millones de publicidad que anualmente intentan comprar un prestigio (reinterpretación mediante) que no tienen.
La transparencia empieza por casa
Falacia tu-quoque mediante, la editorial sensacionalista desconoce la mano invisible que debiese imperar. Como buena media-verdad, omite dar contexto al lector, toda vez que el grupo Copesa dueño de varios medios entre ellos Qué Pasa y La Tercera, pertenece al mismo dueño de Corpbanca, con intereses directos en el “mercado” de la educación superior vía créditos. En el sentido bancario puro, sería de interés para un banco que un estudiante se endeudara en una carrera de mayor o menor monto, mejor o peor pagador quizá? son algunas de las preguntas abiertas que al menos habría que poner como filtro al momento de leer el artículo. Si se aspira a mercados transparentes, me parece que los actores que más la piden debiesen partir por dar el ejemplo. Este punto es particularmente sensible teniendo en cuenta el papel de medio de comunicación y la fe pública y credibilidad que se le endosa. Si, eso es información escondida.
Dime cuáles son tus negocios y te mostraré tus intereses.
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