Carta a Magdalena

Hijis, no había tenido tiempo de escribirte.
Estás conmigo, presente, pero te extraño. Hace un par de días intenté compartir la raiz de la templanza o intento de. No me quedó claro si logré darme a entender completamente, tu sabes, las experiencias que vivimos van moldeando lo que sentimos y como sentimos. De alguna forma entre tanto dolor había felicidad de haber tenido la oportunidad de estar contigo como muchos padres no han podido, de conocerte casi en cada movimiento aun sin hablar, de vivir momentos que aunque cortos nos eran infinitos ya que nos habíamos propuesto consientemente disfrutar(te) cada minuto, cada segundo.
Cada minuto, cada segundo.
No quise aburrirlos tampoco contando muchos detalles, era domingo en la mañana y algunos incluso no llegaron muy temprano como le comenté a tu mamá, cuando vi la iglesia llena. Estaban ahí por ti, por nosotros, por la familia que somos. No les conté por ejemplo lo importante que fue el tío Adolfo cuando nos contó lo que era realmente la “sombrita” o que frente a la puerta, en tu primera resonancia, nacieron esas nociones que nos permitieron disfrutar en medio de la adversidad, de las bajas probabilidades, de la infrecuencia de tu causa. Frente a esa puerta, nuestra opción fue la de darte todo con tal de lograr esa pequeña probabilidad, de vivir día a día y minuto a minuto, pero por sobre ambas, de disfrutarte intensamente por que el mañana dejó de tener sentido. Y así fue por cada día donde estuviste con nosotros en los buenos días y en los no tan buenos también. Quizá ha sido el tiempo en que más conciencia he tenido de vivir en cada detalle, de curvar el tiempo en un presente que tu sonrisa hacía eterno.
El mundo no está preparado para vivir el presente. O al menos no en esta parte del mundo. Nos preguntan por donde pasaremos la navidad y eso que está a dos o tres días de hoy. No tengo respuesta, menos regalos. Les intento mostrar que aun no recobro la noción de planes con tanta antelación, que aún no recobro la habilidad para organizar el tiempo que manejaba con destreza. Parecen no entender. Algunos tampoco logran entender por qué no estamos en el suelo, por qué tenemos calma, por qué podemos reir y algunos hasta nos criticaron por no llevar luto. Recuerda que hasta el tipo que te cambiaba el nombre en la misa decía que le sorprendía. En fin, algunos parecen no entender ni tampoco hacen mucho esfuerzo por lograrlo.
Me cuesta aún reconectar. Me costó comerme esos huevos revueltos de El Rodeo a la llegada, sin pensar en regresar para volver a verte luego del cambio de turno, o deshabilitar ese reflejo ninja que se activaba ante movimientos raros o tu llanto que ahora es música y que en algún momento te destacó en los días de UCI. “Esa es la Magda”, nos decíamos cuando te escuchábamos recién pasando las puertas de entrada, el umbral de Amonio Cuaternario.
Te extraño Magdis, chiquichichi, goddi, princesa, Magdalena Sophie y no tengo duda en que Mamá también. Ya no anoto compulsivamente en el historial cada 10 minutos, ya no veo a cada rato la GoPro para ver cuanta memoria queda, imagino que mamá también extraña no mirar o anotar en el BabyDayBook y tantos ritos diarios, pañales, la leche, el Sedile, el pie de limón con café cortado al que nos hicimos adictos, en fin.

Lo intentamos con todas nuestras fuerzas hija. Incluso se achicó la sombrita, pero el ingrato camino de probabilidades bajas se hizo cuesta arriba. No podíamos arriesgarnos ni arriesgarte, ni faltarte el respeto, ni vejar tu integridad, ni pasarte a llevar, ni romper tu alma por tenerte con nosotros por que te amamos ayer hoy y mañana, a un nivel que es infinitamente superior a cualquier egoismo.

Ahora, tenemos que volver a intentarlo otra vez pero ya no por una sombrita, sino por ti y por nosotros, por vivir el presente con tu ejemplo de persistencia y alegría. Con tu mamá haremos ese intento contigo en nuestro corazón. Seguiremos siendo tu papá y tu mamá, un título que nos entregaste y llevaremos por siempre con orgullo.
Las cuentas del banco de sangre o del otro banco, ya se verán, lo que si, a pesar de la tristeza y dolor que nos queda, la otra cuenta, la de los aprendizajes y de la felicidad de haber estado contigo en cada minuto, en cada segundo, queda más que cubierta. Guíanos con tu nueva luz, a nosotros, a tu familia completa a nuestros amigos, todos tus tíos, que estuvieron ahí desde el primer minuto y también a tus nuevos tíos que fuimos conociendo en cada paso que fuimos dando juntos.

Ya. Comencemos. Nos quedamos con tus clamps amarillos, de luz, del lazo que simboliza a los niños que comparten tu condición y continúan en la lucha, de la cuncuna de la canción inmemorizable que habla de transformarse en mariposa, en tener alas y volar, alas como las que ahora tienes tu.

Lo intentaremos Magdis.

(2299)