Un día histórico

Ayer, el Consejo Asesor Presidencial contra Conflictos de Interés, Tráfico de Influencias y Corrupción entregó su informe, el que será una piedra clave.

Decía en un discurso, que la gente no cree en los discursos, generando un circulo negativo ya que como no creen en ellos, tampoco los escuchan. No obstante y entendiendo que el tiempo de los medios de comunicación y hojas de diario son limitadas por factores como el propio dinero -interesante tratándose del tema en cuestión- lo primero es compartir ambos.

El discurso del Presidente del Consejo, Eduardo Engel
Como presidente del Consejo Asesor Presidencial contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción, vengo a dar cuenta de la tarea realizada de acuerdo al mandato que la Presidenta de la República nos fijó el pasado 10 de marzo. El desafío era grande. En sólo 45 días debíamos entregar un conjunto de propuestas destinadas a producir un cambio sustantivo en la forma de comportarnos como ciudadanos en nuestras distintas actividades, especialmente en el ámbito político y de los negocios.

Las democracias que funcionan bien tienen varias características en común. Cuentan con partidos políticos fuertes, enraizados en la sociedad y con una activa democracia interna; establecen procesos justos y transparentes para elegir y fiscalizar a las autoridades; tienen gobiernos con la capacidad de formular y gestionar de manera eficaz políticas en beneficio del bien común y logran separar nítidamente los intereses privados. Es por eso que los ciudadanos confían en sus instituciones. Los mercados desarrollados también tienen características comunes. Las empresas compiten, innovan y crean valor, ajustándose a estándares éticos rigurosos y exigentes. Las instituciones fiscalizadoras son ágiles para perseguir conductas que atentan contra la confianza en el mercado, como el uso de información privilegiada y el tráfico de influencias.En una democracia sólida, el dinero es un componente necesario e ineludible para permitir un desarrollo político en el que todos y todas puedan participar sin importar su patrimonio. Por el contrario, cuando el financiamiento de la política no se regula y fiscaliza adecuadamente, el dinero abre la puerta a las influencias indebidas y a la captura de lo público por parte de intereses particulares. Con el paso del tiempo, esto provoca una profunda erosión de la confianza en la política. Los casos que impactaron al país en los últimos meses surgen precisamente de nuestra incapacidad para evitar la intromisión indebida del dinero en la política, y asimismo, para regular correctamente el mundo de los negocios.

Las prácticas que hoy nos escandalizan son de larga data y fueron permeando, poco a poco, nuestra sociedad, a medida que se hacían evidentes nuestras falencias. Tarde o temprano la sociedad iba a reaccionar frente a hechos que no se condicen con una convivencia sana, democrática y éticamente aceptable. El año 2003 se hizo un esfuerzo por reglamentar y fiscalizar el gasto electoral que fue claramente insuficiente. Más aún, sus deficiencias no sólo hicieron posible gastos inaceptables en las campañas electorales, también permitieron la circulación de platas negras, todo lo cual facilitó una cultura de financiamiento irregular, y a veces ilegal, de la política. En el ámbito de los negocios, las limitaciones de regulación y fiscalización están en el origen del abuso de miles de consumidores y numerosos accionistas minoritarios cuyos derechos fueron ignorados y anulados.

De un tiempo a esta parte, el desprestigio de la política y del sector empresarial fue creciendo, y se fue extendiendo en la ciudadanía un clima de recelo y de malestar generalizado. La presidenta nos llamó a buscar caminos para revertir esta situación. Los integrantes del Consejo Asesor aceptamos el desafío porque estamos convencidos de que el país puede corregir el rumbo y tomar las medidas que se requieren para fortalecer nuestra democracia, asegurar mercados que nos beneficien a todos y, así, recuperar la confianza. No es posible convivir sospechando permanentemente del prójimo. Para lograr este objetivo, se requieren reglas claras, transparentes y compartidas por todos.

Con este espíritu hemos trabajado intensamente y con rigurosidad. Tuvimos la oportunidad de dialogar con movimientos sociales y ciudadanos, partidos políticos y parlamentarios, diversas instituciones del Estado y expertos nacionales e internacionales. También recibimos propuestas de la ciudadanía a través de nuestra página web. Tuvimos más de 40 reuniones de trabajo y 8 audiencias públicas en distintas ciudades, en las que participaron 78 organizaciones ciudadanas, políticas y académicas. Nuestro informe final se benefició de todas estas voces y del trabajo realizado por comisiones que nos antecedieron.

El Consejo Asesor que me honra presidir está compuesto por personas de diversas profesiones e ideologías. Todos nos abocamos a la tarea con la misma pasión y dedicación. El debate interno fue intenso –por momentos incluso vehemente- pero siempre primó el respeto y la inmensa mayoría de nuestras propuestas fueron el resultado de un acuerdo unánime. Nuestro informe aborda 21 temas en 5 capítulos, cada una de las cuales presenta un conjunto de propuestas concretas. Por cierto -como era de esperar-, abordamos el financiamiento de la política y la necesidad urgente de un Servicio Electoral capaz de fiscalizar con eficiencia y prontitud. Pero también nos adentramos en otros terrenos como, por ejemplo, los problemas de probidad en las municipalidades, la regulación del sector privado, la reforma de la Alta Dirección Pública, una mayor cobertura y eficacia del sistema de compras públicas y la llamada “puerta giratoria” entre los cargos públicos y los empresariales. Presidenta, las propuestas que hoy le entregamos, tienen por objeto contribuir a fortalecer nuestra democracia y recomponer las confianzas.

Quiero agradecer profundamente a todos quienes colaboraron en la elaboración de este informe y, en forma especial, a mis colegas del Consejo que trabajaron ininterrumpidamente durante este mes y medio, con sesiones que muchas veces se prolongaron hasta la medianoche.

Creo representarlos a todos si digo que estamos satisfechos con la tarea realizada. Asumimos la preocupación de la Presidenta por el momento que vive el país, somos ciudadanos comprometidos, nos importa Chile, quisimos ser parte de la solución. Este es nuestro aporte.
Muchas gracias.

Discurso siguiente de la Presidenta de la República
Amigas y amigos:
Éste es un momento histórico. Estamos reunidos, de cara a los ciudadanos y ciudadanas de Chile, para dar un paso decisivo en nuestra convivencia común.

Últimamente hemos conocido numerosas irregularidades, ilegalidades y corrupción en la política, en los negocios y en la relación entre ambos. Lo que antes algunos pocos sabían, hoy se ha hecho evidente para todos. La confianza que las personas depositan en quienes somos sus representantes, se ha visto dañada severamente. La profunda molestia de la ciudadanía con quienes están en posiciones de poder, es totalmente comprensible. Eso es grave. Y seríamos ciegos si pretendiéramos seguir actuando como si no pasara nada, o como si se pudiera echar tierra a un asunto para volver a hacer las cosas como se hacían antes. Necesitamos hacer cambios de fondo. Y eso parte por reconocer nuestra responsabilidad.

Es la hora de la sinceridad y de la acción, de otra manera el país no va a devolvernos su confianza.
Y hay una verdad que debemos reconocer: los que estamos en la política, en los negocios, en el Gobierno, estamos en deuda con Chile. Estamos en deuda, porque hemos carecido de firmeza y rapidez para evitar que las malas prácticas corrompan nuestras relaciones políticas y económicas. Estamos en deuda, porque hemos dejado que se debilite la fe pública, que es la condición básica de nuestra existencia en común. Estamos en deuda, porque hemos afectado el orgullo que los chilenos y chilenas sienten por su Patria, un país históricamente transparente y honesto.

Es cierto que desde el retorno a la democracia hemos hecho esfuerzos importantes, todos, Gobierno, partidos políticos, Parlamento, para que la vida económica y política sea más transparente. Pero hoy es evidente que no fue suficiente, que no bastó. Lo que durante tanto tiempo se practicó como forma normal de hacer política o negocios, desde hace ya un tiempo los ciudadanos lo vienen denunciando como privilegios y abusos.

Como Presidenta de la República soy la primera en hacer este reconocimiento, porque asumo mi rol en la conducción del proceso de renovación que nos llevará a construir una democracia de todos, transparente y en la que la sociedad pueda depositar su confianza y sus sueños. Y lo digo con claridad y dando la cara al país. Pudimos hacer más para que prime la transparencia en la relación entre política y negocios. Pensamos, erradamente, lo vemos hoy, que las leyes que teníamos podían limitar las malas prácticas que hoy erosionan la legitimidad de la democracia. Y no siempre supimos, ni supe, condenar con fuerza y a tiempo los modos éticamente imprudentes de hacer negocios que hemos conocido. Desde este reconocimiento hago un llamado a los líderes sociales, políticos, espirituales y empresariales, a la sociedad civil y a los medios de comunicación, así como a los ciudadanos y ciudadanas, a construir una voz y un diagnóstico común, centrado en nuestras responsabilidades y no en la condena fácil del que está al lado.

Éste es también el tiempo de la humildad. Pero no podemos quedarnos en el reconocimiento de nuestros errores pasados. Es un primer paso indispensable, pero no es suficiente. Debemos actuar ya. Porque serán los hechos, las acciones concretas, las que nos van a permitir reconstruir la confianza social. La confianza de los ciudadanos no es un obsequio, tenemos que trabajar para merecerla. Y ésta es la hora de la democracia, de una democracia capaz de encarar sus debilidades.

La fortaleza de nuestro orden político no se medirá por la ausencia de conflictos o de errores, sino por la honestidad y valentía con que seamos capaces de asumirlos y corregirlos por vías institucionales. El primer paso, sin duda, es dejar actuar con autonomía a nuestras instituciones judiciales, para que determinen las responsabilidades y sanciones individuales en cada caso, cuando corresponda. Debemos otorgarle toda la cooperación que requieren para que puedan hacer bien su trabajo. Pero tampoco basta. Para que las cosas cambien en el futuro, será clave que perfeccionemos nuestras leyes. Pero también que encaremos con decisión las prácticas irregulares en la vida cotidiana, que no por pequeñas son menos dañinas para la vida común, desde no pagar el transporte público, hasta pagar consumos privados con facturas de empresas. Debemos hacer más estrictos los valores éticos que nos orientan. Y ese es el sentido profundo de la misión que encomendé a la Comisión contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción. Y cuyo informe final recibo hoy de manos de su presidente.

Este Informe contiene un conjunto de propuestas en los ámbitos que ya nos ha planteado el presidente de la Comisión, y que además yo tuve la oportunidad, en un desayuno de casi tres horas, de intercambiar distintos puntos de vista con la Comisión y sus consejeros. Se trata de propuestas rigurosas, integrales y no limitadas por intereses o temores. Y en ese sentido, quiero agradecer en nombre mío, pero de todos los ciudadanos y ciudadanas de Chile, en nombre de la democracia de nuestro país, el trabajo realizado por la Comisión. Agradecer a todos sus miembros, a través de su presidente, Eduardo Engel, por su dedicación intensa, profesional y transparente. Quiero agradecer también la vocación participativa del Consejo, que en audiencias en Santiago y en regiones escuchó y recogió voces y propuestas de los actores sociales y de los ciudadanos. Quiero agradecerles a ellos también, a esos ciudadanos y actores sociales, por su participación y compromiso cívico.

Voy a estudiar con detención las propuestas del Consejo. Y sumadas a iniciativas que he venido elaborando e impulsando en este ámbito, definiré un camino de medidas concretas, administrativas y legislativas, y un calendario preciso. Y en pocos días más voy a hablar al país, de manera franca y directa, para dar a conocer las acciones que vamos a emprender y para demandar, además, el compromiso de la nación.

Debemos actuar ahora y en serio, porque está en juego, ni más ni menos, el tipo de sociedad en que queremos vivir. Y sé, como decía, lo conversamos con la Comisión hoy en la mañana, que tendremos buenas propuestas concretas para abordar con profundidad los temas más urgentes, pero también los desafíos de largo plazo. Por ejemplo, lo decía el presidente, tenemos que asegurar que no sea el dinero, y menos aún el que se obtiene por vías irregulares, el que defina los resultados de nuestras elecciones democráticas. Para ello, debemos proponer vías para asegurar el financiamiento público de la política, claro que con exigencias y contrapartidas claras para los partidos políticos, y también aumentar las competencias y herramientas eficaces del SERVEL y del TRICEL.

Será necesario dar fuerza y mayor capacidad de sanción a los entes reguladores del sector privado, para asegurar que la transparencia y la fe pública sean la orientación que guía los negocios, y que tengan capacidad para adelantarse a prácticas irregulares que puedan surgir en ámbitos de la economía, de una economía que evoluciona aceleradamente.Tenemos que cerrar las puertas a esa corrupción, precisando mejor sus tipos legales y sus sanciones. También tenemos que regular los conflictos de interés, definiendo de manera más estricta las incompatibilidades en las relaciones entre el sector público y el privado. Transparentando con precisión las declaraciones de intereses y patrimonio, regulando decididamente el lobby. Del mismo modo, es imprescindible que los directivos de empresas que realizan funciones de utilidad pública o que gestionan dineros de todos los chilenos, como los Fondos de Pensiones o las obras concesionadas, deban también someterse a altos estándares de responsabilidad civil y penal.

La transparencia debe imperar en el servicio público. Debemos asegurar que quienes están en él, lo hacen por real vocación de servir al país, y no aquellos que son influenciables por intereses privados o que vienen al Estado a hacer negocios a costa de la ciudadanía. Y este mayor rigor debe alcanzar también a los gobiernos y a los servicios locales. Y un paso esencial será, sin duda, revisar y fortalecer el Sistema de Alta Dirección Pública. Debemos fortalecer nuestra legislación, pero debemos actuar preventivamente, desarrollando códigos de ética y buenas prácticas que se enseñen en los colegios, en las universidades y en la administración pública. También debemos incorporar a la ciudadanía en esta lucha por una sociedad más justa y más transparente, mediante un sistema de Defensoría Ciudadana accesible y eficaz.

Esto, por mencionar algunos ámbitos, pero estoy segura, y así me han señalado, que en cada uno de estos ámbitos viene un conjunto de propuestas muy concretas para que esto sea una realidad.

Amigas y amigos:
La situación que estamos viviendo ha sido dolorosa para muchos y, por cierto, también para mí. Y es probable que nos afecte aún, un buen tiempo. Pero como tantas veces en la vida personal y nacional, del dolor y del malestar podemos hacer un impulso que nos permita salir fortalecidos y construir una realidad mejor.

Yo sé que puede sonar a una frase muy utilizada, una frase hecha, pero soy una convencida que esta crisis de confianza en los dirigentes, tanto empresariales, políticos y espirituales, puede ser una oportunidad para Chile. Una oportunidad para superar con coraje las prácticas o algunas sombras que nos avergüenzan como nación. Una oportunidad para reconstruir nuestra confianza y nuestro orgullo como comunidad.

Pero también, así como lo veo como una tremenda oportunidad, yo quiero reiterar lo que ya dijera cuando hicimos el lanzamiento de este Consejo, y quiero ser muy clara en este punto: Chile no es un país corrupto.
Chile es un país de hombres y mujeres honestas, que trabajan duro por amor a sus familias y cumplen con sus deberes con la comunidad. La mayor parte de nuestras instituciones, organizaciones y dirigentes trabajan transparentemente y apegadas a la ley. Esto nos distinguió en el pasado y nos distingue también ahora.
Como dijo uno de los consejeros: “No estamos perfectos, tenemos un montón de problemas, pero estamos mucho mejor que muchos otros”. Y no era la idea de “mal de muchos, consuelo de tontos”, sino que es la idea, nosotros hemos avanzado, pero hoy día tenemos que avanzar muchísimo más. El mundo, el país, nuestros ciudadanos nos exigen mucho más.

La mejor prueba de que no somos un país corrupto, es la reacción de los chilenos ante los privilegios y los abusos que hemos conocido. Y hemos tenido, además, instrumentos que hemos generado durante todos estos años, que han permitido justamente que hechos sean conocidos; que se haya podido develar estos casos, para llevarlos a la luz pública y, en los casos que corresponda, al juicio de la justicia.Y esto debe ser el motivo principal de un renovado orgullo, no sólo por lo que hemos alcanzado como país, sino por el coraje con el cual enfrentaremos y superaremos estos desafíos y estas crisis. Y ese va a ser el sello de mi Gobierno y la marca principal de mi legado: dejar una democracia más transparente, más ética y más legítima a los ojos de sus ciudadanos. Una democracia que nos pertenezca efectivamente a todos y no sólo a los que tienen el poder del dinero, las redes o los pitutos. Y ese es el sentido de las transformaciones que hemos planteado al país, en lo tributario, en lo educacional, en lo electoral y en lo laboral. Y en esta dirección seguiremos avanzando con renovado sentido de urgencia, pues los chilenos no pueden ni quieren seguir esperando. Es el mismo sentido de urgencia y decisión que hemos desplegado ante los desastres naturales que en este tiempo han tratado de manera especialmente inclemente a nuestra patria y a nuestra gente.

Amigas y amigos:
Yo quiero terminar estas palabras expresando mi compromiso: Me comprometo a que no descansaré hasta dejar fortalecidas las bases institucionales y éticas que hagan que nuestra convivencia cívica esté a la altura de la confianza y transparencia que Chile necesita para ser una sociedad más equitativa. Este proceso lo conduciré personalmente, y en ello emplearé toda la fuerza personal y la de mi Gobierno. Demando de ustedes la misma determinación y les pido su apoyo.
Muchas gracias.

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