Noches alegres, mañanas tristes

Termina la versión 29 de la Fiesta de la Vendimia en Curicó. Favorablemente, no llovió. El año pasado se estuvo aguando un poco la celebración, que tiene un aura siempre cargada de historia, agradecimiento a la naturaleza, valoración del trabajo del campo y reconocimiento de la calidad única del vino nacional. ¿Realmente esta celebración nació en Curicó o fue usurpada a Molina? Bueno, frente a la pileta llena de vino poco importa este tipo de consideraciones.

En resumen, esta versión fue un gran evento, de alta calidad pero no por ello mejorable. Folcloristas alegando como cada año por mayor y mejor participación, vendedores nunca vendiendo lo suficiente, pachangueros extrañando la guerra de los colores, credenciales de prensa cuestionables, accesos vip discutibles y la cola eterna por tickets, dieron el marco usual como cada año.

Al menos desde lo técnico se debe reconocer el esfuerzo. Los pantalones largos que han ido creciendo año a año en esta componente, parece que no termina de convencer a todos, produciendo cierto desfase. Como el mundo se divide en dos, en este caso, una de las tensiones va por el lado de los pro-apertura-nacional con grandes artistas, famosillos nacionales, público local y de otras regiones, invitación a países, etcétera, versus los pro-fiesta-de-la-primavera que preferirían tonadas y cantores populares, harto carro alegórico construido “en la medida de lo posible” y vino en camiones aljibe. Ni tanto ni tan poco. Como sea, al menos por producción sale a flote año tras año.

Cabe aquí reconocer también la cantidad de recursos que a través de la Corporación Cultural al menos se van para lograr esto. Se genera ecosistema, ingresa dinero a la ciudad, mejora la imagen, asociación de conceptos y tal, pero siempre con la pregunta de fondo: ¿debemos asignar recursos públicos a esto?. De todos modos se agradece haberlos gastado este año en Aznar y Fito Páez, aunque el hecho de que quien escribe los considere grandes músicos, no responde la pregunta de fondo.

Un viejo problema que revive
El evento y la magnitud que tuvo -entendiendo como ciertas las palabras del persistente animador que enunciaba que era “La” fiesta de la vendimia de Chile- expuso un nuevo tema por definir, el del espacio en donde se realiza. El atochamiento permanente coarta los intereses de todos los participantes: los locales presentes no dan abasto por espacio; los asistentes entre los obstáculos no logran transitar y ni pensar en una situación de emergencia que gatille, por ejemplo, una estampida.

Suponiendo ciertas las palabras de Francisco Saavedra y el cambio de cariz de los últimos años, se hace necesario replantear el espacio donde se realiza. Si es la vendimia más grande de Chile, bien podría tomarse como experiencia la de la Fiesta Nacional de la Vendimia de Mendoza, que cuenta con espacio propio para realizar el evento y durante el año queda disponible para otros eventos. Quizá pensar en esto sea un tanto desproporcionado entendiendo que recién se está logrando volver a tener un teatro público. Quizá no tanto, entendiendo que según las publicidades radiales, todos los representantes estaban comprometidos con la cultura.

Ahora bien, según el sitio oficial de la vendimia, el inicio no fue menos pomposo. Cardenal y ministros de estado incluidos, en 1950 ya se habría realizado el primer esbozo, en esa época, a los pies del Cerro Condell en lo que hoy es el Óvalo del Parque. Quizá definir y planificar profesionalmente -no al tincómetro ni por teledirigido desde Talca- un espacio en la misma Alameda pueda ser una opción, escenario y locales incluidos: la plaza es la plaza y no le exijamos que sea algo para lo que no fue pensada.

El respetable está tostado
Para finalizar, no podemos pasar por alto la evidente muestra del respetable público ante cada aparición textual o física de quienes llevan el futuro de Curicó en sus cargos. En cada saludo a las autoridades fue bastante explícita la reacción. Qué decir de la notable rutina de Edo Caroe, que llevó la tensión a un nivel superlativo frente a los representantes que veían esos minutos de rutina como si fueran siglos, mientras el humorista cuestionaba a “la ciudad de las tortas y ahora de los pasteles”, “el viajecito a Argentina en taxi” y otros detalles por los que han preferido guardar silencio.

Pero como la cara de palo no se detiene en la comarca singular, de todos modos pasaban gustosos a llevarse pifiaderas en el escenario entregando el racimo de oro. Punto cúlmine de esto fue, obviamente, la animación -si, animación- del propio Alcalde que subió a decir que llevaba persiguiendo a Fito Páez desde el año pasado… hasta que lo “agarraron”. Bueno, logró incomodar a don Rodolfo. En fin, ya nada sorprende.

Gran producción, alta calidad de artistas y uno que otro detalle técnico. El material está para hacer una gran fiesta, digna de ser nacional.

(en edición)

(1882)