La falacia de la alta participación en las primarias

Estamos asistiendo al reforzamiento diario del discurso de la alta participación en primarias. Como mantra, se nos ha bombardeado un resultado sin igual, que vencimos todos los pronósticos, que otros países nunca llegan a nuestra cifra, en fin, que nuevamente hemos asistido a un acto democrático que se desarrolló sin contratiempos en aquella república al sur del mundo.

Queridos compatriotas, estamos participando de la falacia medial de la alta participación en primarias.

Que un resultado exceda una meta, no implica necesariamente éxito. Desde luego depende de la meta. Por ejemplo, un indicador clave con el que se juega de forma falaz, es el per capita, en donde ostentamos números que bordean el desarrollo mientras un promedio burdo esconde tras de si una realidad de precaria distribución del ingreso. En efecto, se ostenta un guarismo impactante, pero en base a supuestos discutibles. Superar una meta feble del 10% de participación, asumiendo que en países con condiciones de base tanto social como política distintas no se supera este número, no indica comparabilidad.

Según Servel, votaron 3.007.687 personas. La cifra de los 17.000.000 que tenemos en mente desde luego incluye niños, extranjeros, etc., por lo que el padrón con votantes voluntarios asciende a 13.404.084. De partida más de 10.000.000 de votantes no asistieron a las urnas. Por cierto, tampoco se habla de los más de 60.000 votos nulos y blancos que, aún votando, mostraron su descontento a pesar de que se habrían necesitado sólo 22.000 para cambiar el resultado de la Alianza. Nota: desagregar resultados a nivel regional aún no es posible para el “usuario común” ya que la información oficial no está disponible en Servel (desagregaciones por partido, tablas en PDF (¿?), etc.). Qué decir de las desagregaciones a nivel etáreo.

Ya asistimos a un golpe de baja participación en la elección pasada. Pareciera que el fantasma aún está rondando y quisiera levantarse una suerte de consenso en cuanto a definir el estado de ánimo que va más allá de una elección: la disconformidad con el sistema político y su pecado original. El lenguaje crea realidades dicen, pareciera ser que necesitamos imperiosamente hacer carne el “levántate papito” para llevar a los votantes a emitir sufragio y, de esta forma, validar el pecado.

¿Veremos la elección presidencial con participación más baja de la historia? ¿Será real la disociación entre “el voto” versus “la calle”? ¿Quiénes necesitan que creamos que la participación fue alta? ¿Teniendo congreso pleno que también se vería afectado, tendremos que esperar a que caiga el cielo a pedazos?

Saque las cuentas, no se quede con el burdo porcentaje y salga de la caja.

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