Me topé con esta columna de Karen Hermosilla llamada “Los Elegidos” en donde aborda su experiencia en el último encuentro de 140SCL. Recordé lo de la falacia en 140 caracteres -aunque claro, la perspectiva fue desde fuera- por lo que aprovecho de compartirlo acá.
Los Elegidos
A un evento socialité 3.0 (porque el 2.0, ya pasó de moda) es imposible que una flaita como yo, sea “convidada”, pero como un carrete con bar abierto no obtiene el realce suficiente sin mi presencia, las fuerzas combinadas de la naturaleza hicieron el milagro, y por un sorteo entre los trabajadores de la “satánica y conspiradora” Betazeta, que gané con mi tremenda cuea proletaria, pude entrar con alfombra roja al famoso #140scl.
No soy de #Los20delgobierno, y la verdad es que no los vi, eso que podría haberlos visto doble. De paracaidista y con el look de Nikita, @karestroika, o sea yo, se paseó verificando que siempre “mucho ruido, pocas nueces”, ya que esos “influyentes” personajes, en la vida real, no eran capaces de influenciar ni a su pareja en las compras del supermercado (en el caso de que la tengan).
Lagos Weber, Patricio Mery, Bellolio, Karol Dance, Matamoros, Ruffinelli, Florcita Motuda, Ignacio Walker, Soledad Alvear, Denisse Rossenthal, y el decepcionante Nabih Chadud, eran parte de los “influyentes” elegidos. Para qué seguir con una irrelevante enumeración.
Pero a pesar de todo esto, es preferible, antes de andar convirtiendo la simple y patética realidad en ficción conspirativa, vivir en carne propia el supuesto “poder” para darse cuenta que este no existe. Que en Twitter, ni con magia consigues poner una bomba, o armar un movimiento consistente que pase de ser una protesta, que ya se ve a lo lejos.
Cuerpo a cuerpo pude entender porqué Davor Gyuranovic habla de los “antisociales” o “violentista” como su par Simón Oliveros. Hablando de Valparaíso con la Ale Valle, periodista de la Universidad de Playa Ancha, como yo, de Las Torpederas, El Roma y el Amalfi, no sé cómo esta belleza de periodistucho del canal estatal, comenzó a empujarme diciéndome que “todos los tira molotov y marxistas hay que matarlos”, que por culpa de nosotros (de “ustedes”, me decía poniéndome su blanco dedo en el hombro) el país está como está.
Ahí había un verdadero influyente, un reportero que hace 9 años seduce con su cara de guagua criada por nana, a miles de millones que se tragan las noticias como a un completo de un shup’padentro.
La mayoría de la gente no entiende que es un TT, o un TL, o un dm, lo doloroso que puede ser un Unfollow, y qué valía personal y autoestima puedes adquirir sumando Followers. Por eso Twitter, es un delirio comunicacional, que de interesante tiene lo polifónico, el discurso esquizo que es capaz de escribirse en un cibernético “cadáver exquisito”, y ese altarcito para la “filosofía barata y zapatos de goma” que convierte a cualquiera en un aforista experimentado.
Un ejercicio que frivoliza la mente, y marca lo “trendy”, otorgando un nuevo lenguaje que deja fuera a la gente poco sintética y corta de genio.
O sea, un buen ejercicio para un país de lerdos, amargados, dogmáticos y faltos completamente de humor, y en buena hora cuando los gerontócratas de cualquier tinte político nos declaran la guerra generacional de pura pica, ninguneándonos y tachándonos de “recién llegados”, como conversamos con el simpático y en constante transito entre lucidez y chifladura, Copano grande (muy grande).
Pero las herramientas son eso, herramientas, no la vida. Por eso pretender creer que en ese evento estaban “los elegidos”: 140 personas que marcan la pauta nacional porque se pasan la vida contando además de que piensan, o comentando lo que ven en la tele, sus hábitos alimenticios y de higiene, no es efectivo. Es sólo parte del necesario marketing de una empresa comunicacional que tiene como plataforma el Internet y las redes sociales.
Y Twitter por su parte es solo un ejercicio, una terapia de acompañamiento en un mundo donde la camaradería se ha prohibido por exceso de asesinatos a mansalva con cuchilladas por la espalda, y caídas libres tras aserruchadas de piso.
En esa especie de invernadero, en un helipuerto en el barrio alto, no hice más que corroborar que los espacios de la elite comunicacional, son tan pencas como cualquier otro espacio que se construye bajo la premisa del ego. Del status, ya sea del “histórico” en una supuesta “asamblea” o de “twittero influyente” en un “evento”.
Los diálogos se dan cuando existe algo que decirse, algo interesante que aportar y que aprender, y en eso estamos. Intentando hacernos un espacio, en donde sea, y claro, con voluntad, como en todo, se consigue, más aún cuando se entiende que sólo es una idea publicitaria ese cuento de “los elegidos”.
(383)