En ceremonia de titulación

Ayer en la tarde, se realizó la ceremonia de titulación de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Talca, ubicada en el Campus Curicó de la Universidad. Si bien el documento formal a lo tenía en mi poder, el evento junto con la entrega del título profesional y grado académico permitía compartir el logro con la familia y nuestros cercanos, cerrando el ciclo de pregrado.

Mis felicitaciones para mis compañeros y sus familias por haber llegado a este punto con éxito.

Tal como me comprometí ayer, dejo acá el discurso que escribí para esta ocasión.
Admito que antes de leerlo noté un poco de tensión, que espero haya disuelto la fuerza de las ideas. Ojalá.

Discurso de Titulación
Universidad de Talca
03/12/2010

Lo primero es lo primero. Debo partir por agradecer el esfuerzo para poder llegar de llegar hasta aquí hoy: a mi familia, que en la mayor parte de este proceso me apoyó a ciegas, siempre confiando cuando luego del típico “cómo te ha ido” yo respondía con un breve “mm… bien” si supieran todo lo que pasó en estos años. Ya tendrán tiempo de enterarse :-)

Gracias a ustedes por lograrlo.

[Saludo formal a representantes de la academia, titulados, familiares y amigos]

Hoy no hablaré de tecnología, participación ciudadana, software libre, opendata, gobierno electrónico o afines. En estos breves minutos tengo claro que mi audiencia está compuesta por comunidad universitaria, titulados y el entorno humano de mis compañeros titulados, quienes aquí les acompañan a la celebración del feliz término de un proceso. Teniendo claro esto, comenzaré con mi discurso.
Y yo que pensaba que las pruebas habían terminado.

Nadie escucha los discursos. Esto tiene sentido en el descreer, en la intrascendencia de lo que oímos y como oí en alguna reunión de reconstrucción “estamos aburridos de que nos mientan”. Por lo mismo, intentaré ser honesto. Ya partí diciendo que nadie escucha los discursos, eso ya es honesto… pero en este tramo del camino, aprendí que estos mismos discursos son oportunidades para generan mundos posibles.

Elegir una carrera, para muchos será elegir una vida. Mejor dicho, fue elegir una vida. Como todas las decisiones que marcan el devenir, alguna vuelta a el “qué” y el “dónde” habrá gatillado una que otra duda. En un sistema de educación superior en donde más importa la inversión publicitaria, el catálogo en papel couché con fotos trucadas y los disfraces inmobiliarios para esconder los fines de lucro, tomar una decisión de esta envergadura se hace, a lo menos, complejo.

Somos titulados formados en una región.
Somos titulados formados en una universidad pública.

A pesar de estas dos condiciones, tenemos a nuestro favor, un origen de excelencia público y además, en la mayor parte de los casos, nuestras cualidades cognitivas en similares condiciones de quienes tienen los dos puntos anteriores a favor. Por otra parte somos, estadísticamente, la primera generación con la oportunidad de acceder a la formación terciaria, algo que ya viene siendo un lugar común en la matrícula regional. Sumado a esto, las probabilidades sugieren que no somos hijos de gerentes ni contamos con las redes con las que entró un estudiante “cota mil” promedio, a su primer día de universidad.

Aquí cabe hacer una aclaración. La formación recibida en la mejor Universidad de la Región del Maule hace que la balanza se torne hacia nuestra parte —al menos en este territorio— poniéndonos en un escenario en donde, si bien la marca “Universidad de Talca” vale, vale tanto o más lo que cada uno proyecte en donde se desempeñe, a través de sus obras, con mayor énfasis en donde la Universidad de Talca no es referente. A esto le llamaré el baile.

Se necesitan dos para el tango. En este caso, cada titulado es clave en la proyección de esta universidad. Impecabilidad, excelencia, proactividad, compromiso, profesionalismo —al que haré referencia más adelante— son características que distinguen y distancian más allá de la base académica que ya tenemos a nivel con otros alumnos del ámbito ingenieril.

Por el lado de la Universidad, además de la construcción diaria, la vinculación con cada uno de nosotros pasa a ser clave en este baile y esto va mucho más lejos que un correo impersonal que recibimos puntualmente todos los viernes a las 09:00 AM. Se trata de un compromiso que la Universidad asume: más allá de una interpretación como posibles clientes ante un eventual nuevo programa académico, como pieza clave para mantener a cada uno de estos embajadores que le dan significación a la Universidad de Talca allá afuera.

Pero a no ser ciegos: una vez fuera de estas puertas, el pasado juega sus cartas en cada recuerdo, por lo que modificar la percepción que cada titulado aquí presente tiene de la universidad, por más correos, llaveros o descuentos en neumáticos que se logren, será dificultoso. Esa es sin lugar a dudas una construcción permanente que la universidad debe realizar, en este caso, con quienes tiene aun la oportunidad, es decir, con los estudiantes que aun hacen su vida acá.

Estamos terremoteados, pero favorablemente se ha comprometido apoyo tanto del extranjero como desde el país. Estamos en un periodo de austeridad, “economía de guerra” que le llaman, pero, ni en la misma guerra se descuidan flancos clave o se tienen generales a media jornada. Que un terremoto no quiebre la formación, los servicios, la calidad ni la palabra. Recordemos que, aunque suene brutal, las estructuras y equipamiento necesitan únicamente de dinero para volverse a reconstruir. El dinero no reconstruye confianzas. Dejar de lado las áreas clave, compromete aquella construcción permanente con quienes quedan acá.

Asigno gran responsabilidad en este baile a la Universidad, pero no desconozco la mía o mejor dicho, la nuestra. Más de alguna sonrisa me sacó la reacción de algunos compañeros en vista de la suspensión de esta ceremonia hace algunos días, pero debo ser franco: no concibo un profesional del siglo XXI que no esté preparado ante eventuales cambios, sabiendo que ellos son la única constante en toda esta ecuación.

Apelar a que somos profesionales es una falacia per se, al menos hoy.

Si, somos titulados.
Si, finalizamos un programa de pregrado.
Si, aprobamos todos los ramos exigidos en cada una de nuestras carreras.

Todo esto es muy valorable; no obstante, todo lo anterior no asegura nuestro profesionalismo.

En lo personal, me defino como “proyecto de ingeniero”, porque sé que será algo que lograré si me esfuerzo, por cierto con una perspectiva temporal implícita, porque a pesar de algunos compañeros que se envanecen en el “ser ingeniero”, creo firmemente que esta ceremonia —por más simbólica y valiosa que sea— no pondrá sobre mí una sacrosanta mano que aparecerá del techo entre nubes, la que me bendecirá y hará que salga de este salón con un aura luminosa, convertido en un hombre nuevo, un hombre estelar.

Insisto, no es poco lo que hemos logrado hasta hoy, pero mantengamos los pies en la tierra, utilizando la racionalidad que se nos endosa. También esto será parte del baile.

Ya llegando al lugar donde miro hacia atrás, puedo ver que terminamos esta parte del camino con un enfoque academicista. Probablemente “nos falte calle”, algo que espero esté previsto abordar dentro del modelo basado en competencias. Nos falta industria y vinculación. Quizá con mucha frecuencia contamos con condiciones normales de presión y temperatura. Quizá fue todo muy ideal, en un mundo en donde la fuerza de roce es distinta de cero. Esperaré que ello no afecte a la empleabilidad y desempeño de quienes integran carreras que no tienen la ventaja de la mía, en donde la empleabilidad se acerca al 100%.

Ha sido grato ver crecer todo esto. Cada vez que vuelvo, algo nuevo hay. De partida, tiende progresivamente a cero la cantidad de estudiantes a los que reconozco y me alegra. Esto se mueve, tiene vida, logró vida finalmente el sueño. Me alegra y me compromete —quizá por ello el tono de este discurso— haber sido parte de ese sueño y, si en algo pude ayudar a que fuese un épsilon mejor del día que llegué por primera vez acá, estaré satisfecho y contento. Cada generación, es una prueba con éxito que éste sueño sortea. Ante mí, tengo una nueva prueba de ello. Si, son ustedes.

Mi agradecimiento desde luego, para quienes han aportado a construir este sueño: conocen su potencial y lo reconocieron desde su primer momento. Acá (en este Campus) hay sangre, sudor y lágrimas de muchos, frente a la desidia, desconfianza y sopor de otros tantos. La marcha intrépida de la ciencia intentará siempre ser mermada por fuerzas oscuras que entre sus brazos de pulpo, intentarán hacerla desfallecer. A no caer ni parar la marcha en este momento de consolidación y proyección.

Finalmente, un mensaje a mis compañeros de carrera y extensivo a todos quienes hoy de una u otra forma cerramos una etapa en nuestras vidas.

A nuestros cercanos que nos acompañan, que nos traigan al piso cuando vean que nos elevamos por ansias vacías y vaporíferas;

a la comunidad universitaria que nos acogió, que sigan en su permanente esfuerzo por cambiar el mundo por medio de la educación. ¿Puede haber acaso algo más valioso que cambiarle positivamente la vida a una persona?, ¿por cada persona, cuantas otras vidas cambian? ; no olvidar nunca el sentido profundo y simbólico de la Academia; y por último,

a mis compañeros, les pido que no se dejen llevar por los espejismos, ni por la rubia ni por el gran auto, por el estatus y el confort, por el aumento o por la meta; déjense guiar por la conciencia de saber que llegado aquel día, mirarán hacia atrás sin tener que arrepentirse de nada: ni del que apuñalaron en el camino, de los amores que perdieron, de falsedades que dijeron, de los hijos que no vieron crecer, de los amigos que olvidaron, o peor aún, de los que se olvidaron de ustedes.

Disfruten del camino y de caminar, que es lo permanente, intenten mejorarlo en lo que puedan y no se queden con la angustia del primer paso o quizá peor, la angustia doble de saber que éste fue el último.

Muchas gracias.

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