Buenos días, Señor Presidente

Tenía ganas de escribir acerca de este tema, pero me topé con esta columna que expresa casi a plenitud aquel primer impulso y que agrego in extenso más adelante.

No nos fue indiferente el saludo en La Moneda por dos motivos. El primero y obvio es que el mundial absorbió todo y nuestra selección está en el foco junto con su estratega que bien ganada tiene su fama como tal y, admitámoslo, sin su contratación nada de esto habria pasado, punto en donde entra Harold Mayne-Nicholls. El segundo es que en el saludo está ni más ni menos que el Presidente de la República. Aceptando la democracia como medio de deliberación y estando como ciudadano dentro de tal sistema, no me cabe más que respetar el rol que ha sido definido mediante una elección por el 50% + 1 de los votos. Respeto al Presidente como figura en el sistema democrático, algo muy distinto, será que quien fue electo respete la dignidad con la que fue investido.

Cuando quien fue electo mantiene poder accionario -tal como un subsecretario de quien dependen decisiones del área (como entregar un estadio teniendo que arrendar el propio mientras esa entrega no se realice, con los ingresos que corresponden)- de uno de los equipos más grandes de Chile, que puso cortapisas al trabajo del seleccionador al no permitir que sus jugadores fuesen seleccionables, algo debería de pasar por la cabeza del estratega.

Cuando los accionistas ven en riesgo parte de sus ganancias (por derechos de TV por ejemplo) al tener que compartirlas con equipos en desarrollo -muy solidario, por cierto- el tema comienza a tomar un cariz distinto. ¿Con quién trato?, ¿Saludo al Presidente/Subsecretario o saludo a un par de accionistas del equipo que no cedió jugadores?, ¿A quién tengo al frente?, ¿A quién le estrecharé la mano en señal de confianza y respeto?.

La mujer del César además de serlo, tiene que parecerlo.

Les invito a que nos preocupemos de un bien superior, que tiene relación con aquel rojo de la bandera, con sangre que se derramó para escribir esta historia republicana.

Así no, Excelentísimo Presidente
Por Francisco Javier Diaz

Al Presidente o Presidenta de la República se le respeta en La Moneda. Sobre eso no puede haber discusión, porque los países que lo discuten, terminan celebrando el Bicentenario con dos Te Deum distintos y con dos desfiles paralelos, uno para el gobierno y otro para la oposición. Y a mi no me gustaría que eso pasara en Chile. Hay que ser cuidadosos con la autoridad presidencial. Entre todos debemos cuidarla. Uno puede discutir a fondo y con fuerza las políticas del Jefe de Gobierno. Pero al Jefe de Estado democráticamente electo, en su casa, se le debe tratar con etiqueta republicana.

Dicho ello, uno debe preguntarse qué puede haber ocurrido para que un individuo de la talla profesional y la rectitud personal de Marcelo Bielsa haya llegado a soslayar este deber ser. Parece que hay otra cosa cierta en esta máxima: Al Presidente de la República se le respeta, pero el Presidente debe hacerse respetar también.

Que no se malentienda: El Presidente en una sociedad democrática debe estar expuesto al más alto estándar de escrutinio. Nadie puede, so pretexto de cuidar la imagen o autoridad presidencial, pretender acallar a las voces críticas. Los políticos, los medios, los analistas y la sociedad toda, deben gozar de la más irrestricta libertad para cuestionar a la autoridad en cuanto les plazca. La crítica puede ser feroz; puede incluso ser injusta muchas veces, pero el sólo hecho de que ésta pueda expresarse en plena libertad hace más fuerte a la democracia.

¿Dónde está la línea divisoria entre la plena libertad y el sano respeto a la imagen de Jefe de Estado en un régimen presidencial? Es difícil saberlo. Probablemente muy cerca de su ámbito más íntimo y familiar. Pero donde no cabe duda que sí debe guardarse cierta forma, es, al menos, en el trato personal, más aún si éste ocurre en el palacio presidencial.

Lamentablemente lo ocurrido ayer en La Moneda no son sólo “cosas del fútbol”. Es más que eso. Hay un cúmulo de razones de estilo que están acabando por explotar. No se trata de un pueblo que aún no se acostumbra a un determinado tipo de liderazgo; se trata de que, sencillamente, algo se está haciendo mal.

El episodio Mundial concentró en pocos días toda el hambre de popularidad de la actual administración, logrando nublar el juicio político y comunicacional de La Moneda. La visita a Juan Pinto Durán ocupará un lugar destacado en la antología de chascarros del fútbol y la política. Ver las escenas del saco de dormir presidencial en una mediagua en Dichato producía una sensación similar a ver a un humorista siendo pifiado en la Quinta Vergara. La invitación a La Moneda sin previo aviso sonó como a ultimátum sonriente. Y el recibimiento en el Palacio, el discurso del cielo y cordillera, la alfombra roja y las medallas, no pudieron verse más forzados.

La Moneda debe hacerse respetar, y en este caso no lo hizo. Muchas veces, la sola majestuosidad del palacio y el peso de la historia hacen su tarea, y el morador de turno puede transitar con cierta confianza por el riesgoso camino de la calidez y la cercanía. Pero eso no se aplica cuando se viene de cuatro chambonadas seguidas. Y no se aplica, tampoco, cuando hay paño que cortar entre los asistentes. Y eso es algo que penó también, ayer y toda la semana. El Presidente Piñera y su Subsecretario de Deportes tienen un claro y evidente conflicto de interés. Ambos ganan plata con los negocios de uno de los equipos regulados por esa repartición. El Subsecretario que ayer de pura vergüenza no le estiró la mano a Marcelo Bielsa, es el mismo dirigente que hace un tiempo atrás, y con soberbia, no quería prestar los jugadores a esa misma selección.

Tampoco se puede pretender homenajear al fútbol chileno cuando sólo se piensa en el patrimonio del club propio. Eso quedó claro en el episodio de la repartición de los recursos que entrega la venta de derechos televisivos, donde los clubes grandes obtienen la tajada del león. Colo Colo y sus mandamases obraron con total desprecio por el bien del fútbol en general, recluyéndose en el bien del club particular. Si Chile quiere dar el salto a las grandes ligas del fútbol mundial tiene que tener una base de jugadores seleccionables más amplia que la que tiene hoy. Eso sólo se logra teniendo muchos clubes, en todo Chile, trabajando sus canteras en óptimas condiciones. Teniendo muchos clubes en un mínimo nivel de calidad, para que el torneo sea más competitivo. Y para eso se necesitan recursos. Se necesita una repartición algo más equitativa de los derechos de venta de una imagen de un torneo donde juegan todos, grandes y chicos.

Ayer fue un mal día para La Moneda. No es bueno que pasen estas cosas. Puede no ser tan grave, dirán algunos. Ciertamente hay problemas más importantes en Chile que la mano mal extendida de un entrenador de fútbol y la autoridad mendigando saludo. Pero hay algo de la majestuosidad republicana que se sintió horadada. Pero bueno, qué se le va a hacer. Para Piñera, waka waka, esto fue África.

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