Todas íbamos a ser reinas

Hace un par de días, con motivo del problema educacional chileno me enviaron un link. Este link iniciaba con una apelación a Gabriela para justificar inicio de una propuesta educativa y cómo ella criticaba al Estado Docente por la falta de espacios para crear y dar rienda suelta a nuevas opciones que contribuyeran a la labor de educar -“apenas deja sitio para poner sabor de alma” decía-, desde luego una crítica al Estado Docente no quiere decir más que eso.

José Piñera “arquitecto del pionero sistema privado de pensiones chileno”[1], en su Propuesta Reforma Educacional -muy a lo good bless Chile por cierto- en su sitio entrega la “Llave del tesoro”, una propuesta de 6 puntos, lo que en sus palabras significa “hacer una profunda reforma educacional, de la envergadura de la que fue la creación del sistema de AFP” (P.6).

Independiente de lo que piensen quienes fueron acarreados desde las “cajas de pensión” para nutrir la nueva forma de™ administrar pensiones de las AFP -acarreo que casualmente no afectó ni a las FF.AA. ni Carabineros-, ello pudiese servir de referencia conceptual para proyectar ideas afines pero esta vez en el área educacional y fundamentalmente en lo que a administración se refiere.

Todas íbamos a ser reinas.

Detrás de esta y otras propuestas, está la ya familiar mano invisible, pero además, está detrás de ella un elemento que, al igual que el emprendimiento, atiborra las presentaciones de ICARE pero del verbo a la carne no llega: la meritocracia.

Todos somos distintos. Todos somos ignorantes o sabios, dependiendo del contexto insinuaba Einstein y bajo estas premisas, podremos desempeñarnos con disímiles resultados dependiendo de la actividad que se enfrente. Esto crea distinciones de diverso tipo y debiese -ojo con el ideal-, debiese, elevar a nuevos niveles a quienes se desempeñen de mejor forma en su particular contexto. La provocación de El baile de los que sobran, es por ello una de las carrasperas vergonzosas que hasta hoy nos persigue como país, patria incluso si quieren llamarle.

Este es uno de los puntos por los que una Educación Pública debiese ser fuerte y reconocida, por que es la base de una meritocracia REAL que permita a quienes tienen y no tienen recursos, tener el mismo derecho a educación de calidad. Cuestionémoslo: ¿es un derecho?, según yo si, me parece hasta obvio, pero al parecer no sería tan obvio.

Pensar que un niño chileno promedio, con enseñanza pública en escuela con nombre de buque gringo (Ie. F320, E33, A3, etc.) sin ser rubio y sin el azar de apellido extranjero, podrá llegar a una gerencia o directorio de alguna empresa nacional es francamente no saber dónde estamos parados. Resentidos! dirán unos, pero mejor que aceptar o no aceptar la frase anterior, sería preguntarle a una empresa de Head Hunters por la probabilidad y perfiles que para tales cargos se manejan. Probabilidad de encontrar apellidos mapuche o de etnias locales sería un gran indicador.

En este marco, nos cuestionamos la existencia de la meritocracia de la forma en la que se nos ofrece y al menos nos da una vuelta al momento de optar, por ejemplo, por un colegio para nuestros hijos: academy, college o algún otro keyword por el estilo debería estar presente al menos para formar red que no implique blonda cabellera o teñido forzoso emergente post 80’s (lectura recomendada: Siútico). Ojo, esto no es gratis, lo que nos lleva a pedir un minuto de silencio por quienes estén dentro de un colegio con luz amarilla o roja. “Oías los consejos, los ojos en el profesor, había tanto sol, sobre las cabezas, ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación y ¿para qué? para terminar bailando y pateando piedras”.

Como dice una amiga, “¿y que tanto!, si mi hijo quiere ser hippie y si es feliz de ese modo y es una gran persona, no debiese estar contenta acaso?”. En un mundo relativo, donde los parámetros los pone el entorno, eso no sería posible… salvo que tuviese una empresa de piojos, quizá de trenzados y estampados con tinta natural, que le permitiese tener al menos un gran auto o una rubia siliconada, en una sociedad de “libre” mercado, sería un paria. Lo hablamos ya eso de “no tienes, no perteneces”.

Quizá ese sea el mensaje de Lucila. Se puede reinar desde Valle de Elqui.

(330)