¿Cuánto vale una familia?

En mi país un sector creativo ha invitado a pensar en bonos para matrimonios, por hijos y por llegar a los 50 años de casados. Esto, además de ser injusto —¿por qué no poder optar en la libertad asegurada en la constitución a la soltería y ser tratado equitativamente?— y poner nuevamente en desventaja a algunos, evade al génesis del “problema” haciéndole el quite a un espejo en el que como sociedad no nos queremos ver, ni queremos replantear.

Trabajo, trabajo, trabajo!
Para nadie es una nueva estadística que el periodo de la maternidad se haya desplazado en la vida de la “mujer actual” —suena a suplemento de SSR— lo que desde luego responde a lo que en una sociedad que se quiere ver como meritocrática, al desarrollo profesional. De igual modo con el hombre, donde existe un pacto implícito en donde hemos visto como se desplaza también el cuándo “dar el sí” si es que se opta por el matrimonio.

Cabe preguntarnos en este punto, ¿por qué?.

El trabajo para la mayor parte de la ciudadanía significa su opción a tener la misma oportunidad del vecino de “tener” todo lo que la sociedad etiqueta como una necesidad o como un símbolo de estatus y de algún modo, de pertenencia a esta sociedad. No tienes, no perteneces. (Pregúntale a un mendigo). Por proporcionalidad directa, más trabajo → mayor capacidad de consumo; mayor escolaridad → mayor capacidad de conseguir empleo. En una sociedad que valora consumir, esto es, tener por sobre ser —materia por sobre espíritu en términos clásicos— vale más cuanto puedas comprar que cuanto puedas ser y, el ser, se moldea también en espacios humanos (familiares y sociales), pero, ¿y si no hay tiempo?, ¿si el tiempo se lo lleva el poder optar a tener?, ¿cuántos amigos has perdido?.

Efectivamente, mientras el dueño de la compañía puede optar entre como maneja su tiempo, quien sólo trabaja de forma dependiente no puede hacerlo. No es la primera vez que pasa en nuestra historia, recordemos al señor en la mina, a la señora en la fábrica de telas y probablemente el hijo aprendiendo el oficio del padre, ya que en el futuro debería ser él quien continuase la tradición. Esta realidad post-industrial movió por necesidad al mundo del trabajo primero a la mujer y luego a los propios hijos, tendencia que favorablemente va en retirada en occidente.

El problema del tiempo, el problema del trabajo y el problema del tener frente al ser, no solo afecta a nuestra construcción de sociedad, siendo con otros, perteneciendo realmente y sin poner como foco el tener.

Familia bien educada
Cuando se comienza a hablar del “problema educativo”, se aborda hasta cuanto implica que el auxiliar de la escuela use tal o cual color de tarro para llevar la basura en el rendimiento escolar, pero siempre se deja convenientemente de lado que el factor decisivo es la familia. Ante esta situación y con estadísticas al alza de problemas asociados —delincuencia, drogradicción, formación, etc.— se desplaza la responsabilidad hacia el lado del estado. Ahora, será el estado a través de, por ejemplo, jornada escolar completa, talleres los sábados, etc., quien eduque y mantenga a cada escolar, cabiéndole al estado directamente el peso del éxito o fracaso de la educación de los niños. Y cabe preguntarnos entonces, ¿padres que con suerte alcanzan a llegar a casa para dormir, podrán cumplir la labor que les cabe ante tal situación?. Obviamente no y probablemente esto no cambiará. Si para el bicentenario —celebración de ni más ni menos que 200 años de vida independiente— el indicador de miserabilidad marcó 100 por dar un día libre por los costos económicos que trae —siempre se ve la mitad vacía, ni el turismo ni diversión dan dinero…—, ¿estarán dispuestos a pensar en rebajar una jornada para los padres el año completo? Obviamente no y a pesar de que esto a largo plazo genere mayores rendimientos y el fortalecimiento de la misma familia con la que se hace gárgaras en el hemiciclo.

Si, estamos de acuerdo. Siendo diputado, senador o teniendo algún tipo de influencia dentro del segmento acomodado de la población, de ese que quiere que aumenten los hijos por hogar y muñequea a los valores según su criterio, obviamente parece una aberración pensar en pocos hijos o en matrimonios que duren poco —¿falta de tiempo y cuidado o preocupación?— y cómo no ha de ser así, si en la mente cota mil, con padre en la empresa y madre en el gimnasio parece incomprensible que al retorno de la escuela no haya alguien en casa. Aunque sea la nana.

¡Felicidades!. Hemos llegado al punto de tener que pagar. Dar dinero para “incentivar” ciertas prácticas sociales antaño naturales, tradicionales.

¿Qué ha pasado, al punto de tener que dar dinero para motivar la formación de familias y la mantención del vínculo en el tiempo?, ¿Cuánto vale una familia?

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