El día en que los consumidores vencieron

Yendo a la Universidad, tuve que tomar un colectivo. Funcionan de esta forma: si se llenan -3 ó 4 pasajeros, criterio del conductor- salen, si no -menor a 3- esperan todo lo que quieren o lo que la presión de sus colegas que están en la fila por pasajeros.

Acercándome, vi que en el colectivo que tenía el turno de salida, tenía dos pasajeros: uno en el asiento del copiloto, uno atrás. Acercándome un poco más, era una señora en el asiento de copiloto y un compañero de Ingeniería Civil Industrial atrás. Conversando delante del colectivo, estaba el conductor y ganas de terminar la conversación no tenía.

Me subo y palpo el ambiente. Mi compañero de universidad tenía que tomar un bus para ir en viaje de estudio a una empresa y la señora, venía de un control médico y a pesar de que usualmente usaba otro transporte más efectivo -minibuses- prefirió por su cansancio tomar la locomoción más cercana. Comenzando a conversar, ambos expresaron latamente su descontento con el servicio, ya que por lo general, al tener tres pasajeros, el colectivo se pone en marcha y encuentra el cuarto en el camino.

El conductor no cesaba de conversar enfrente al automóvil y tampoco cesaba el malestar de los pasajeros. El conductor termina la conversación y un hálito de esperanza se siente al pensar que se subiría, encendería el motor y pusiese en marcha al destino. Pero no fue así, se dirigió donde sus colegas y siguió la charla con ellos. En ese momento todo cambió.


Imagen algo representativa del colectivo.
Foto por Metropolis PCM
En vista del malestar y urgencia de mi compañero le propuse que presionáramos al chofer y si no tomaba en cuenta la presión, que optaramos por ir a tomar un minibus, de esta forma, el chofer tendría que tomar la decisión de empezar a moverse o esperar nuevamente a que otros pasajeros subieran. Para nuestra sorpresa, la señora gira su cabeza y nos dice “si ustedes van al terminal, yo los acompaño”. Ya decididos, nos bajamos del colectivo los tres a la vez, uno por cada puerta. Los colegas le muestran que estamos bajando y el hace la finta como si fuese a salir. Le pregunto que a que hora sale y contesta con un “ligerito”, le retruco con un “sale antes de irnos a tomar un minibus?” y entiende de inmediato el mensaje, responde afirmativamente, sube al colectivo y nos vamos.

Moralejas de la historia
– Los consumidores asociados pueden más que dispersos.
– Si no habla, nada pasa.
– Genere alianzas con desconocidos y confíe.
– Como consumidor, defienda su posición.

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